miércoles, 27 de abril de 2011

La saeta y el día del libro


(El monaguillo alto de la derecha soy yo con 12 años... ¡Cómo cambian las cosas!)

Terminaba mi entrada anterior, titulada “Esta semana”, diciendo que “Para no ser tan pesado dejo para mi próxima entrada la continuación de este relato o reflexión”. Es cierto, a veces me voy por los cerros de Úbeda (por cierto, preciosa la ciudad de Úbeda). Lo que en un principio pretendía ser una lectura conjugando el día del libro, con la semana santa, acabó en confesión pública y reflexión sobre dicha semana y lo que despertaba en mí. De todas formas me han pedido que cuelgue algunas fotos del viaje y dejaré un slide con una selección de ellas.

Y ahora a lo que iba. La simbología de la rosa, el libro y la cruz de la pasión tienen cierta dificultad en incardinarse a una misma filosofía de vida. Por eso, el día 23 busqué una forma de conjugar lo bello (la rosa) con la literatura (el libro) y el sentir popular (la Semana Santa) y acabé entrando de lleno en la Saeta de Machado, que como todos sabéis, dice así:


¿Quien me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
(Saeta Popular)

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la Cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Para mí, Antonio Machado, en este poema, hace un canto a la rebeldía, al rechazo a ese Jesús del madero, que simboliza el martirio, el dolor, la liberación del pecado mediante el sufrir, el echar flores al Jesús de la agonía. Esta filosofía induce al culto del sufrimiento como elemento de expiación. El mensaje es que sufrir es bueno, que el dolor dignifica y que Dios recurrió a él para salvarnos del pecado original. Dos cuestiones a bote pronto: una es que tendremos que agradecer que nos hagan sufrir, puesto que nos abren el camino de la salvación, si ese sufrimiento lo ofrecemos por los demás (no era algo así lo que nos decían?) y eso duele… otra nos llevaría a la sumisión ante aquellos que nos provocan el sufrimiento, que nos hunden en la pobreza y la miseria, que mantienen las clases y se adueñan de la riqueza… venimos a sufrir en este mundo… ¡qué bien! Ese Jesús del madero, que refiere Machado, nos lo recuerda cada año, para que no se nos olvide. ¿De qué te quejas? Tu miseria y sufrimiento no es nada comparado con lo que pasó aquel Jesús… Toma dosis de humildad y aceptación del sufrir… ya estás dispuesto a aguantar lo que te echen, tanto en la explotación como en la injusticia social que fuere. Sufrir te acerca a Dios… demos gracias a Dios por haber creado a quien nos haga sufrir y servirse de ellos para allanar el camino de la salvación eterna, esos señores que ostentan el poder “por la gracias de Dios”. Culto al sufrimiento…Den una visual sobre los nombres de las distintas cofradías y verán sus increíbles, complejos y estrambóticos títulos.

Pero la vida de Jesús, de ese Jesús crucificado, tiene otras lecturas, al menos desde lo que nos ha llegado a nosotros, que ha sido bastante manipulado y redefinido a lo largo de la historia. Machado dice que prefiere al que anduvo sobre la mar. Yo, para no ser menos, con todo mi respeto al maestro Machado, propongo tres escenas distintas: El que anduvo sobre la mar, el que repartió el pan y los peces entre los asistentes a su sermón y el que echó los mercaderes del templo. Veamos por qué:

El primero es signo de autoestima, de seguridad, de capacidad para resolver problemas, de fe en sus potencialidades, de dominio de las circunstancias y, por qué no decirlo, de utopía, de hacer posible aquello que es imposible. Es el que dota al sujeto de una personalidad firme, fuerte, asertiva, de confianza en sí mismo, capaz de enfrentarse a la problemática de la vida, aunque sea en solitario, con garantía de éxito.

El segundo es de solidaridad, de compartir con los demás lo poco que se tiene, cuando los demás tienen menos aún. Implica una actitud de justicia social, distributiva, que aumenta el humanismo de la persona. Es un toque a este mundo asimétrico, donde unos tienen mucho y otros nada. Donde solo llega a la mesa del pobre lo que cae de la del rico, tras haberle arrebatado a este sus recursos propios. Es una forma de reivindicar esa justicia distributiva: Esto es lo que hay, y es para todos…

El tercero es de fuerza, de rechazo a la especulación, al mercadeo y la engañifa. Los mercaderes, los cambistas, son arrojados del templo aludiendo a que lo habían convertido en una cueva de ladrones. Este es de actualidad palpable, indignante. La crisis la han producido esos mercaderes, esos cambistas especuladores que nos arruinan llenándose ellos los bolsillos de dinero, haciendo del sistema una cueva de ladrones. Lamentablemente no tenemos agallas para coger el látigo, para sacudirles y arrojarlos de nuestras vidas. Nuestros políticos no están a la altura de las circunstancias y se dejan llevar por los intereses de ellos en lugar de los del pueblo al que representan, plegándose al chantaje del dinero, les dejan en el templo manejándolo todo.

Yo, que no soy creyente, aunque pasara por un seminario, o tal vez por eso, reitero que rechazo el sufrimiento como forma de vida y alabo el enfoque que lleve a la felicidad desde la libertad, desde el desarrollo personal de cada cual, creando y fraguando formas de interacción, para que todo sea sumatorio y clarificador en el proceso evolutivo de la sociedad y del ser humano en primera instancia, por tanto estoy mucho más cerca de los tres supuestos que he mencionado que de la parafernalia y rituales atrapadores en el sufrimiento que se nos ofrecen en las religiones. Por tanto, de decidirme por alguno, prefiero al que anduvo sobre la mar, al que dio de comer y al que arrojó a los mercaderes del templo. El que buscó la mejora y felicidad de su pueblo… tal vez por eso lo crucificaron, como lo crucificarían ahora, o lo siguen crucificando en el día a día… si no miremos a nuestro alrededor y veremos a los fariseos, a los romanos y los judas… creo que no hace falta que se los identifique, pero igual le suena a religión, poder y banca…

Los mercaderes en el templo me recuerdan al cardenal Paul Casimir Marcinkus y sus devaneos con las finanzas del vaticano, la mafia y extraños negocios que acabaron con la bancarrota del Banco Ambrosiano y su director general, Roberto Calvi, colgado debajo de un puente en Londres (ver
http://es.wikipedia.org/wiki/Banco_Ambrosiano). En todo esto se observa una cierta y elevada dosis de cinismo, hablando de ayuda al pobre a la vez que se juega en el malévolo mundo de las finanzas y de los Estados. Entonces qué mejor para ellos que colocarnos en el club de los sufridores y masoquistas, que lleva a la sumisión y el conformismo.

lunes, 25 de abril de 2011

Festejos de San Marcos















(Fotos del año pasado)


Hoy, 25 de abril, se celebra la festividad de San Marcos, patrón de mi pueblo, Cuevas de san Marcos. Quiero hacer alusión a esta leyenda y acompañarla de un comentario final a modo de participación en este día, ya que no puedo estar en la villa en esta fecha.



“La tradición cuenta que en los tiempos de la Reconquista, el propio diablo vivió en la Cueva de Belda, un enclave en el que se han hallado restos del Neolítico, ante el temor de sus habitantes, que interpretaban como ira del demonio los rayos que veían y el azufre que desprendía la cavidad. Se cuenta que un grupo de caballeros cristianos pasó la noche junto a la cueva, situada cerca del entonces Camino Real, que unía Antequera con la localidad cordobesa de Rute, en posesión por aquel entonces de los árabes. Tras un sorpresivo encuentro con el demonio del lugar, los soldados pidieron auxilio al gobernador Fernando de Antequera, quien les envió un fraile para que conjurara la presencia maligna. El religioso fracasó en todos sus exorcismos, pues el demonio le respondía con todas sus artimañas hasta que el piadoso monje se quitó la cruz y, al grito de “con esta cruz yo te ato”, lo amarró al suelo con una planta de jara mago, con el significado de que el diablo era vencido y quedaba atado a los pies de la cruz. Desde ese momento, el pueblo fue un remanso de paz, por lo que sus habitantes decidieron repetir el gesto cada año en la festividad de San Marcos. El pueblo de Belda fue rebautizado tras la Reconquista con este nombre debido a que la montaña en la que se encuentra la cueva y la fortaleza árabe tienen forma de león, símbolo tradicional del evangelista”.

Salvando las distancias para que uno, desde la razón, pueda tragarse semejante cuento, esta es una leyenda que adorna el día del patrón de Cuevas de San Marcos, mi pueblo natal. Esto lleva a la tradición de atar el diablo en una romería que se celebra en esta fecha, yendo desde el pueblo al embalse de Iznajar, donde se come y bebe celebrando el festejo. Mucha gente, durante el trayecto, va haciendo nudos con los jaramagos a la par que recita una jaculatoria exorcizando al diablo.

Este año no he ido, pero sé que mis amigos y conocidos andan ahora de fiesta y compadreo, por lo que aprovecho mi blog para mandarles un abrazo y desearles que se lo pasen bien, sin excesos., degustando y compartiendo los manjares que han preparado para el acto. El año pasado hice algunas fotos. Dejo una seria y otra crítica, para mostrar la diversidad de opinión que hay ante la romería con un poco de humor…

Sobre la leyenda habría que encuadrarla en el uso persuasivo que las religiones hacen de estos asuntos y su intento de influencia y control de cualquier evento de festejo pagano y primaveral. El mensaje final será que la primavera, cuando florece el fruto que da la vida, se encuentra con malas hierbas, los jaramagos, que la contaminan y comprometen su buena cosecha. Esa habilidad, típica de las religiones, les lleva a simbolizar con ello el trigo del pan de la vida amenazado por el jaramago, diabólica planta que desafía a la cosecha… El bien y el mal en lucha. Y en esta simbología otra vez nos atrapan en ese juego de la religión y sus santos, omnipresentes en la propia evolución de la naturaleza y el ecosistema… Arrebatan, pues, el protagonismo natural de la vida para introducir el protagonismo de la variable del credo religioso… Otro buen motivo para la reflexión.

domingo, 24 de abril de 2011

Esta semana




La Semana Santa, para mí, tiene un rancio sabor, donde se mezclan los miedos infantiles, la muerte, el martirio, sufrimiento, acompañado de culpa y dolor… Es una fecha deprimente, donde el sujeto no se siente nada confortado, sino más bien culpable de la atroz muerte que le infligieron a Cristo, según nos cuentan. De pequeños ya se nos decía que él murió por nuestros pecados y uno, sin saber por qué, se sentía culpable y horrorizado de aquella historia que no llegaba a comprender. ¿Por qué narices tenía que pagar yo por el pecado de aquel señor y señora que se comieron una manzana? ¿Por qué tenía que venir el hijo de dios a que lo mataran los mismos hombres que tenían el pecado y darles como premio, por ello, la salvación? Era absurdo que para quitar un pecadillo de nada, como era el hurto de una manzana, se cometiera un crimen de asesinato con alevosía…

Hace tiempo que huyo de estas fechas, que me marcho fuera evitando el espectáculo de contenido macabro, de dolor, martirio y sangre, que se exhibe en las calles andaluzas y de toda España, en mayor o menor medida, con mayor o menor religiosidad. Un Cristo sufriendo la afrenta de unos señores poderosos que no sabían, o querían, entender lo que decía, que pretendían mantener y sostener el sistema de poder establecido. Esa especie de loa al sufrimiento, de exaltación del padecer y el humillarse, ese identificarse con el sufrir, con el dolor… no es de mi agrado y convicción.

Me cuesta mucho comprender el sentir de esa gente que hace de su vida y su actividad durante todo el año un objetivo para sacar su cristo, su cofradía. Claro que todos tenemos necesidad de pertenencia a un grupo, socialmente hablando, y este puede ser un lugar de encuentro de ese grupo en concreto. Sería como un club, pero en lugar de jugar al tenis, o al golf, se hace esta otra actividad. Entonces su función deja de ser religiosa para convertirse en social. A renglón seguido cabe preguntarse, entonces, si la religión no es más que eso, una forma de aglutinar a gente que necesita esa pertenencia, esa identificación con un colectivo y, mediante la gestión del grupo, crear una estructura, una posición o modelo social que sustente el sistema de poder establecido dentro de ese grupo. Controversia habemus, pues.

No soy creyente y cualquier cosa que plantee está mediatizada por mi puro y simple razonamiento. Sé que no puedo evitar los esquemas que me marcaron a fuego, a miedos y dictados, cuando era pequeño, pero creo que, al final, la razón se fue imponiendo y solo considero lo que deduzco, lo que veo como posible y, como no niego nada sobre lo que no tenga argumento suficientemente sólidos, puedo darle visos de verosimilitud, aunque sea remota, a determinadas cosas que mi razón da por posibles bajo mi incapacidad de comprenderlas o mis limitados conocimientos. No creo en lo que se nos pregona por las religiones, aunque no niego que pueda existir una entidad energética superior que condicione las reglas, normas y leyes que rigen el mundo, pero en todo caso, no es asimilable a nosotros, si bien podría formar parte de un todo energético donde estamos inmersos y sujetos a sus leyes. En este caso el conocimiento es el camino para acercarse a esa posible verdad, la ciencia su herramienta, el vehículo que nos transporta hacia ese fin. Si a eso le quieren llamar dios, que me parece mucho llamar, entonces tengo mis dudas sobre la existencia o no de ese dios.

En todo caso, esta semana optamos por desplazarnos y viajar. Nos fuimos a Carrión de los Condes con mis amigos Pablo y Marisa. Desde allí visitamos Medina de Rioseco, precioso pueblo vallisoletano, con sus calles porticadas y sus iglesias, cargado de raigambre castellana. Urueña, o la Villa del libro, amurallada y con el encanto de sus calles que te transportan a tiempos pretéritos; no muy lejano existe una ermita románica donde el entorno te lleva a la fusión con la naturaleza, la suave brisa hacia música con las hojas de los árboles despertando emociones y sensaciones de paz interior. Wamba, el lugar donde fue coronado el rey visigodo Wamba en el 672, tras la muerte de Recesvinto en ese mismo lugar. La historia de Wamba, mayor, no acabó nada bien. En este pueblo me sorprendió su iglesia, el lugar donde se coronó Wamba, de estilo románico, conjuga espacios de mudéjar, con sus arcos en herradura, y gótico. Como curiosidad se encuentra un osario repleto de restos humanos, cráneos, fémures, tibias, etc. apilados, dando similitud a la “Capela dos ossos” de Évora, en Portugal. En Valladolid nos encontramos con mi amiga Conchi de la Horra, que nos hizo de cicerone y visitamos la ciudad, espléndida, como siempre, con sus calles, plazas y paseos.

Aguilar de Campoo fue el otro destino. Ya lo conocíamos, pero Donino y su esposa nos acompañaron en un paseo que nos llevó al monasterio de Santa María la Real y visitamos sus calles y plazas. El café lo tomamos en Santa María de Mave, un antiguo cenobio reconvertido en hospedería.

Como fastidiosa curiosidad, te encuentras calles alusivas a personajes del viejo régimen, cruces de los caídos, yugos y flechas de falange, en ese extraño culto al viejo régimen franquista, a estas alturas, amparado por los gobernantes de una comunidad autónoma de raigambre imperial y cuna del falangismo. Esto me lleva a la reflexión de la gran diferencia que hay entre la derecha europea y la derecha española. La primera es hija de la lucha antifascista contra el nazismo y la nuestra es hija de ese mismo fascismo que sobrevivió a la segunda guerra mundial. Eso explica muchas cosas en nuestra política nacional.

Para no ser tan pesado dejo para mi próxima entrada la continuación de este relato o reflexión. Mientras tanto podéis visionar algunas fotos. Me faltan de Wamba y Valladolid pues me quedé sin batería.






domingo, 17 de abril de 2011

Lo que pienso


He titulado esta entrada de esta forma por pretender compartir eso, lo que pienso, con quienes visitan mi blog. Como no voy a escribir más hasta después de Semana Santa, me he permitido abusar un poco con este amplio texto. Lógicamente no recojo todo el corolario de mis ideas y razones por falta de espacio, pero este “microensayo”, que no deja de ser un reto para su lectura, es la exposición de una síntesis de mi visión de la situación. No sé si serás capaz de llegar al final. Si llegas te felicito, y si no, no pasa nada. Al fin y al cabo lo he escrito para aclararme mejor. Escribiendo pienso, escribiendo me aclaro. He dejado que fluyan las ideas libremente, llevado por la razón de mi argumentación lógica, basada en mi bagaje vital, y no puse reparos a nada, solo dejé discurrir el pensamiento para compartirlo con mis amigos. Ya sabéis: “Un amigo es aquel con quien se puede pensar en voz alta…” y sigue siendo tu amigo, claro.

A la vista de mi entrada anterior, creo que sería conveniente clarificar algo más mis ideas y postura respecto a esa concepción holística del ser humano, sobre todo considerando mi visión cercana a la percepción sistémica de la vida. Es decir, todos formamos parte de un macrosistema que está compuesto por distintos niveles de sistema y subsistemas que integran el todo.

Intento explicarme más concretamente. Cada uno de nosotros podemos identificarnos, a sí mismos, como un sistema, compuesto a su vez de subsistemas, desde el punto de vista funcional y fisiológico. Pero, también, formamos parte de otros sistemas de orden superior. Estamos integrados en una familia nuclear y amplia, en una comunidad de vecinos, en un municipio, en un grupo de amigos, en una empresa, en una nación, en un estado, en una serie de otros sistemas que no existirían si no fuera por la interacción de los elementos que lo integran.

Desde el punto de vista social y político, también estamos sometidos a esa dinámica interactiva. Centrémonos en el enfoque social, organizacional o político. El ser humano, como ya he defendido y sostenido en otras ocasiones, tiene un objetivo básico, que es la mejora y perpetuación de la especie, sin entrar en disquisiciones de otro tipo, pues el tema da para largo y lo eludo por cuestión de tiempo y espacio, es decir, su desarrollo y evolución serían los horizontes que marcan el camino a seguir. Cada uno, en su interior, es portador de un mensaje mediante el que asume, de forma muy singular e individual, esa función reproductora y de desarrollo de la especie. Por tanto, el egoísmo podría ser un motor para defender o justificar esa idea evolutiva, un garante de supervivencia, puesto que la primera función sería el sostener y conservar el cuerpo, que sirve como soporte o continente de la mente, de la inteligencia y capacidades cognitivas que hacen del sujeto un ser capaz de afrontar el proceso de desarrollo de forma integral. Por tanto, somos seres duales, en este sentido. Por un lado estaría nuestro cuerpo y por otro nuestra capacidad mental, inteligencia, mente, psique o como nos apetezca llamarlo, si bien siempre hablaremos de una cuestión de orden superior que se diferencia de lo material y tangible, pasando a la dimensión de la espiritualidad o del conocimiento racional de las cosas…

Pero el ser humano por sí solo no puede llevar a término esa función. Necesita de otros. No es hermafrodita, necesita nutrirse, defenderse de agresiones y protegerse, requiere de los demás para conseguir sus objetivos esenciales… De aquí esos tres instintos básicos de nutrición, socialización y reproducción. Nutrirse implica aportar a su organismo todo lo necesario para subsistir, seguir con vida, y facilitar el desarrollo cronológico de su persona y mente, por lo que será necesario beber, comer, respirar, eliminar residuos, etc. También es necesario asociarse con otros para establecer una organización que le permita defenderse de agresiones de otras especies y de grupos de la suya propia, para construir y crear herramientas y enseres, viviendas e infraestructuras, es decir, necesita socializarse, integrarse en una sociedad con sus normas y leyes que le permitan una vida relativamente tranquila y en alianza para dedicarse al desarrollo personal y colectivo. Claro que si no hay trascendencia, si no dejamos relevo, la especie desaparece, por lo que hemos de reproducirnos, y aquí está la clave de otro instinto, como es la reproducción y la sexualidad como medio para ello.

Ahora, se nos presenta el dilema de cómo organizamos o intentamos cubrir estas tres necesidades: Nutrirnos, asociarnos y reproducirnos. En la mayoría de las especies se han establecido unas formas, normas y leyes que les permite perdurar. En el caso de los seres humanos también. Otra cosa sería cuestionar si estas que nos dimos, son las adecuadas para los objetivos que he descrito. Pero es evidente que necesitamos un sistema de convivencia capaz de facilitar esta evolución y desarrollo.

El primer conflicto social o confrontación debió surgir a raíz de una discusión sobre si esa manzana, que hay en el árbol que estamos recolectando, era mí o tuya. Al final se la llevó el que más fuerza tenía y aprendieron que las cosas, por la fuerza, se pueden conseguir sin necesidad de trabajarlas, sobre todo cuando, solo con la amenaza, se intimida al otro para que haga lo que nosotros queremos. Igualmente debieron aprender que si otro necesita algo y tú lo tienes puedes intercambiar con él en plan comercial, si bien, también, implica que tienes un poder sobre él para someterlo. Si no hace lo que tú dices, no le darás lo que necesita y si ello es una necesidad básica, de subsistencia, tienes garantizada su sumisión y no tendrá posibilidades de elevar su calidad intelectual, puesto que toda su energía deberá enfocarla a la consecución de los bienes que le cubran las necesidades básicas de supervivencia… Eso nos sueno bastante, pues a lo largo de la historia, si se han controlado los recursos y el saber, se ha controlado al sujeto mediante el hambre, la necesidad y la manipulación del conocimiento.

Yo creo, y no soy antropólogo, que los estados debieron surgir como consecuencia de un ajuste del grupo social, de una imposición intragrupal de los más fuertes sobre los más débiles, haciéndoles ver que era importante que trabajaran para el grupo y se dejaran proteger y dirigir por los mandos, que eran admirables, hasta tal punto de ser, en ocasiones, identificados con dioses encarnados en ellos. Deduzco que los estados no surgen básicamente para proteger a los seres humanos, sino como forma de organización para aprovecharse de ellos en beneficio de los poderosos que los dirigen. Y, sinceramente, parece que el hombre, a lo largo de la historia, no ha cambiado mucho en sus motivaciones básicas, salvo en la capacidad mayor de manipular e instrumentalizar la relación.

El principal problema que se da en el ser humano, bajo mi modesta e iletrada opinión, sería conseguir los nutrientes para su cuerpo, lo que Herzberg llamaría higienizar la situación para pasar a jugar y aplicar la motivación real que le llevara al desarrollo integral, una vez cubiertas las necesidades básicas. Todo su esfuerzo estaría enfocado a este menester, ya que si no hay cuerpo vivo, no hay ser humano para seguir adelante, y no hay posibilidad de evolución mental. Por tanto, lo primero es garantizar la existencia y después viene lo demás. Los listos, los poderosos, siempre supieron que controlando esos nutrientes tenían controlado al pueblo, que si les empleaban en esos menesteres, no evolucionarían a exigencias mayores y a cuestionar su poder.

Finalmente, crear conflictos intergrupales, internacionales, guerras con botines y rapiña, poder para hacer de los demás sumisos productores, contribuyentes en beneficio del rey y sus servidores más inmediatos, que componían las estructura funcional del sistema, léase ejército, ideólogos, religiosos, clases jerárquicas, etc. era una forma de potenciar el miedo, la paranoia entre los pueblos y alienar a la ciudadanía para embrutecerlos aún más.

Y ahora llego yo y digo que una mierda, que me río de las naciones y de los estados concebidos para esos fines, que solo deben tener sentido como integrantes de un sistema mayor, donde han de confluir las sinergias para un desarrollo integral de todos los seres humanos, que no sería necesario un ejército, pues la filosofía de vida no se plantearía desde la paranoia, la desconfianza y la confrontación, sino desde la cooperación y el encuentro.

Otra vez más, vuelvo a ser iluso. Pero me gusta la idea, me apetece pensar que algún día los seres humanos seamos capaces de ver con claridad donde están nuestros verdaderos intereses, y dónde se ubican los de los demás, los de quienes quieren, desde la codicia, la avaricia y el egoísmo, seguir con la idea de la confrontación y la explotación de los otros para enriquecerse ellos.

Por tanto, abogo por un supraestado a nivel mundial que priorice el ser humano sobre la materia, el SER se anteponga al TENER, dirigido por valientes que no tengan miedo al conocimiento de los demás, que se impliquen en los objetivos del colectivo humano, que pacifiquen y coordinen los flujos, tanto de dinero como de conocimiento y cultura, para que seamos todos beneficiados y no unos cuantos.

¿Pero esto cómo se articula? No soy yo quien para dar lecciones a nadie, pero sí para exponer mis ideas y, en este sentido, creo en los niveles taxonómicos, en la estructura jerarquizada por competencias, en los distintos niveles de implicación de los seres humanos según dónde estén, con quien convivan y sean sus intereses locales o proximales, dentro de los generales.

Aclarando: Yo participo con mis vecinos en la gestión de mi comunidad, y nadie más; los ciudadanos de mi ciudad participamos en la elección del alcalde, y nadie más; los residentes en Andalucía votamos nuestro gobierno autónomo y nadie más; el gobierno central lo elegimos entre todos los españoles y nadie más; el europeo (aunque sin demasiado contenido) lo elegimos el conjunto de los ciudadanos europeos de la U. E.; y así, en esta estructura jerárquica vamos marchando. Obsérvese que me paré en Europa, pues ya no hay ningún ente superior elegido democráticamente que nos represente. El resultado es que cada país defiende sus intereses sin someterse a mayores criterios de peso, aunque parezca lo contrario. Lo lógico sería que la representación de la O. N. U. fuera democráticamente elegida por todos los ciudadanos del mundo, pues toma acuerdos que afectan a todos, y tomara decisiones de gobierno vinculantes. Pero no, es un instrumento en manos de las naciones más poderosas, que manipulan y dirigen a su antojo y beneficio.

Por tanto, quién mejor que el interesado para tomar las decisiones que afecten a su entorno inmediato o a su nivel de implicación en un sistema más amplio? El problema o conflicto se dan a la hora de llenar de contenido, de competencias, los entes que tienen que tomar decisiones. Qué le compete al Estado, a la Comunidad, al Ayuntamiento…

Si defendemos la democracia, la soberanía popular, por encima de todo y damos al sujeto el protagonismo que se merece, según vengo determinando, colegiremos, deduciremos, que es soberano, dueño de su voto, para poder determinar lo que mejor le convenga, dentro de un orden convivencial. Por tanto a mayor autonomía mayor capacidad de ejercer esa soberanía, pero sin olvidar su implicación en otros niveles organizacionales, incluso, universales, que requieren su responsabilidad y compromiso. Pero si lo que se pretende es tener un Estado fuerte, centralizado, con súbditos para servir las decisiones que tomen unos pocos desde el epicentro, no es necesaria ninguna autonomía ni descentralización, nadie es nada para decidir, no somos soberanos, sino súbditos sumisos que acatan desde su incompetencia, lo que digan los padres de la patria.

Este es el dilema que tenemos en este momento. Una visión centralista del “por el Imperio hacia Dios” que subyace en mentes añorantes de pretéritos anacrónicos, con continuidad en la historia reciente del nacional catolicismo; frente a un estado moderno y soberano entendido como servidor del pueblo, como elemento aglutinador y catalizador de esa soberanía popular, amparado en la descentralización responsable y solidaria. Los estados no se mantienen unidos por la fuerza y la imposición; eso ha sido hasta ahora, donde la conquista y la guerra, los pactos entre señores feudales, etc. fueron marcando las fronteras que enmarcaban a sus súbditos, sino por la voluntad soberana de su gente, por las actitudes y conductas que beneficien a todos. Me preguntaría entonces: ¿Un estado es el conjunto de las tierras que se enmarcan en sus fronteras, o más bien lo integran las personas que las habitan? ¿En todo caso, qué es más importante? Para mí, indudablemente, las personas, los seres humanos, que están por encima de intereses espurios de los poderosos o grupos de poder.

¿Y esto cómo se resuelve? Es tremendamente difícil modificar una estructura como la existente. Es complicado en tanto los intereses de clase ya se forjaron y esas estructuras, políticas y administrativas, se crearon para defenderlos y consolidarlos. Un sistema fraguado desde la perversión, desde la injusticia, la guerra, el robo, el saqueo, la pillería y la imposición, no se cambia con facilidad, pues nadie deja su poder para pasar a niveles inferiores de influencia por su santa voluntad. Estos sistemas están avalados por la cultura que se fue instaurando, a lo largo del tiempo, en los pueblos. Los principios y valores, las normas y conductas socialmente aceptadas, los héroes y los mitos, son el garante de esta continuidad, de su solidez arropada por planteamientos religiosos, políticos y sociales, del modelado conductual que conformará los sujetos mediante el proceso de socialización, establecido desde largo tiempo.

No obstante, como es bien sabido, el mundo es dinámico, van cambiando y modificándose para adaptarse a las nuevas situaciones, a los nuevos escenarios, que determinan una situación novedosa desde el punto de vista político, social y económico. La cuestión estaría en cómo se va adaptando y quien gana con ello. Ese proceso dinámico es constante. Es como una plataforma homeostática que el sistema establece para absorber los cambios, integrándolos en el mismo, bajo la idea coyuntural y no estructural. Pero las novedades no siempre deben ser absorbidas sin traumas, sin cambios estructurales. Más bien al contrario. Los grandes cambios requieren modificaciones estructurales que redefinan los modos de interrelación del sistema.

Ahora bien, los cambios estructurales pueden ser planificados o acarreados forzosamente por las circunstancias en un proceso de adaptación al medio. En todo caso siempre se orientaron al beneficio de los actores o controladores de ellos. Lógicamente, quien puede hacer los cambios son los que están en el “poder” de forma directa o indirecta; o sea, quienes tienen la capacidad de provocarlos.

Los siglos XIX y XX han sido determinantes en esos cambios, tanto por la evolución tecnológica como por la concienciación de las clases en Europa y América, sobre todo. La revolución industrial y el marxismo fueron dos puntos de inflexión en los dos sentidos descritos, tecnología y lucha de clases, sin obviar otros hitos como la revolución francesa y la independencia de EE. UU. Se produjo, pues, un intento claro de internacionalizar las reivindicaciones de la clase trabajadora, creándose la internacional socialista y comunista, el propio himno aludía a esa idea. Su fracaso o neutralización ha sido evidente, pues el capitalismo ha impuesto su línea y ha demonizado, ayudado por los gestores de los países llamados socialistas, el espíritu de esa internacionalización. El mercado ha podido con la idea universal de igualdad. En lugar de trabajar para mejorarla, la han destruido supliéndola por el consumo alienante de la masa, que acaba diferenciándose de los trabajadores, surgiendo otra clase media de sofá y pancha con sus necesidades materiales medio cubiertas, incluso con la creación de un Estado del Bienestar que nos atrapa. Aflora, pues, el egoísmo que niebla la visión holística y cierra fronteras, volviendo a crear límites infranqueables para las personas del tercer mundo, al que se le sigue robando sus recursos mediante gobiernos traidores a su gente, que se venden al sistema en el ejercicio de un poder dictatoria que somete a sus pueblos pobres y miserables para facilitar a los ricos, a buen precio, la materia prima.

Lo curioso es que, una vez desmontada la movida internacional de las clases sociales más desfavorecidas, se ha pasado al ataque. El mercado ha establecido su internacional, creando su grupo de poder a través del control económico de la situación. La globalización ha sido el instrumento que les permite circular por una vía sin control supranacional, salvo los suyos propios, léase FMI (Fondo Monetario Internacional), las agencias de valoración de riesgo, la banca internacional, las multinacionales, los clubes y encuentros de los pudientes que se esconden tras bastidores, la manipulación de los medios de comunicación que crean y modulan sujetos a su antojo y, sobre todo, el control de la política, y de los políticos que la ejercen, mediante la compra y sumisión de los mismos, amén de algunos otros que también garantizan el camino de su éxito.

Todo esto está amparado por constituciones llamadas democráticas, pero que solo tienen de ello la llamada libre elección, y según y cómo. El resto no es democrático, pues no están sometidos al bienestar social los bienes y materias que se producen, sino que amparan a la propiedad privada en contraposición a los intereses generales. No se preserva y potencia la voluntad de soberanía popular sobre otros intereses y siguen estando sometidos a las ambiciones estatales, o de grupo minoritarios, la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Por tanto, ¿Cuál es la diatriba en la que nos encontramos? Bajo mi punto de vista la globalización es imparable, por lo que es necesario acometerla desde la justicia y el interés general y no de unos pocos. No podemos, dada la situación, evitar los flujos económicos que se están produciendo hacia los países en vías de desarrollo, ni es conveniente ni deseable. China produce a muy bajo precio y los comerciantes venden a precios de mercado europeo. ¿Quién gana más, los que producen o quienes comercian? Evidentemente quienes comercian. Las empresas multinacionales más que nadie, sin importarles el paro que generen en los países occidentales. A ellos les mueven los beneficios no el espíritu de desarrollo de su propio país.

Para poder un ejemplo. Supongamos que tenemos un depósito de 1000 metros cúbicos de capacidad conteniendo 500 de agua. Al lado hay otro de las mismas dimensiones pero conteniendo 50 metros cúbicos solamente. En ambos mantenemos un flujo de entrada que los sigue llenando, es decir siguen produciendo riqueza, pero a ritmo distinto. Ahora los conectamos con vasos comunicantes. Es evidente que el agua del primero tenderá a ir al segundo hasta nivelarse con el mismo. Pues bien, la liberalización de los mercados ha producido este fenómeno, que bajo mi punto de vista no es malo, pues servirá, en el fondo, para equilibrar las economías mundiales. Lo malo es que en la tubería de comunicación se han puesto válvulas y desvíos que controlan unos pocos para hacer llegar el agua que quieren al otro depósito, o derivarla a sus bolsillos llevándola a otro almacén propio. Esto serían las ganancias que aporta este comercio al comprar a precio de producción de país subdesarrollado y vender en los países desarrollados a precios de esos mercados. Son listos, los jodidos.

Claro que ahora viene el miedo. Los chinos se harán dueños del mundo en unas décadas. Lo que habría que plantearse es que los chinos vivan como el resto del mundo civilizado en unas décadas, pero lo que pasará será que las empresas con intereses en China serán las dueñas del mundo dentro de poco, pues habrán crecido y ganado dinero a espuertas con este sistema, mientras que los chinos, indios, etc. habrán sido los artífices de ese crecimiento económico sin percibir los beneficios que les corresponden, ya que se lo habrá substraído el injusto reparto de estos beneficios por parte de la empresa.

Pues bien, esta globalización potencia los intereses del capital y va directamente contra los intereses de la ciudadanía, del conjunto de los seres humanos. Pretende un mercado libre sin trabas ni sujeciones, desde una concepción neoliberal en la que el propio mercado se autorregule, mientras que los gobiernos no puedan meter baza en esas normas reguladoras o, en todo caso, serían los grandes estados los que definirían esas normas en función de sus intereses. Son los instrumentos del nuevo imperio, del nuevo orden mundial, que se planificó hace tiempo en las mesas de neoconservadores y defensores de libre mercado. El socialismo está mal visto, la izquierda clásica ha perdido su orientación y ha sido sometida al sistema, la idea de solidaridad y de justicia ha sido pisoteada y manipulada, se ha conformado un ser humano que es feliz con el consumismo y su integración en el mercado, pero no piensa en su autorrealización personal.

Por tanto, ¿Quién defiende los verdaderos intereses del ciudadano de a pie? Nadie, salvo el propio ciudadano. Por tanto es necesario unirse, establecer estrategias conjuntas para reivindicar el protagonismo o prevalencia de la persona sobre el mercado, del pueblo soberano sobre el interés de grupos de poder. Hemos visto como se ha salvado a la banca y se ha sumido en la miseria a millones de seres humanos. En los últimos años se han producido 200 millones de pobres y se han incrementado considerablemente el número de multimillonarios.

Por ello, las organizaciones deben romper fronteras, dejar la miopía de los partidos políticos de contenido localista e implicarse en un proyecto de nivel internacional que considere el interés común y lo defienda. No nos engañemos por cantos de sirena que añoren al pasado, a lo que fue mi nación, a lo que me hicieron, a lo que no me dejaron ser, sino a lo que debemos ser desde este punto donde estamos. Si no nos espabilamos nos la colarán doblada. Ellos, mientras tanto, potenciarán la confrontación de los pueblos, el conflicto intergrupal, para dividir fuerzas. Divide y vencerás, es su lema, nosotros a jugar su juego… o NO… eso depende de cómo veamos las cosas, si somos capaces de anteponer las ideas propias y la elaboración crítica de la opinión llegando a un análisis real que podamos comprender y manejar para el combate de intereses que se avecina. Por eso defiendo el encuentro, y no el desencuentro, con quienes tienen mis mismas ideas y mis mismos intereses en el desarrollo de la vida y del ser humano. Por eso creo que hay que integrar las fuerzas y no dispersarlas.




ESTE SISTEMA SE ACABA Jose Luis Sampedro... por hordashispanicas

jueves, 14 de abril de 2011

Calçotada del encuentro


Hace tiempo, mucho tiempo, que vengo preocupado por que no me destrocen y destruyan mi mundo. Mi mundo pretende ser un mundo de encuentro, de compartir y no de competir, de sumar y no restar, centrífugo y no centrípeto, expansivo y no retraído, donde la gente se encuentre y vea que, en el fondo, todos somos iguales, aunque nuestra suerte nos ubicara en lugares distintos y de ellos resultaran unos más beneficiados por la vida, que otros. Un mundo donde el hombre y la naturaleza sepan convivir en paz y en un progreso sostenido…

Pero la esencia del ser humano, del humanismo en sí mismo, está en desprenderse de condicionantes y entender al semejante, al otro, desde la igualdad, pues todo llegamos desnudos, si bien la ropa nos la fueron colocando después, según nuestro entorno. Cada cual, con sus limitaciones y capacidades, forma parte de un conjunto que integran la gran sociedad que es la humanidad. Las fronteras nos las fueron colocando desde el egoísmo de grupo o de intereses de poder, para crecer ese grupo en competencia con otros, para aprovecharse de los demás en ese crecimiento y para bloquear y controlar la relación entre los integrantes de uno y otro grupo.

No, no soy partidario de fronteras. No, no me apetece el conflicto, la guerra y el botín. No, no creo en el beneficio de los desencuentros; creo más en el beneficio de los encuentros y de las sumas, de las sinergias. Tal vez sea un incauto, pero me gusta hablar del encuentro cultural, de traspasar y enriquecerse mutuamente; en suma, de compartir para seguir creciendo. Por tanto no soy segregacionista o separatista, sino inclusionista que prefiere la convergencia a la dispersión de las fuerzas defensoras del ser humano, ante la agresión de intereses superiores que se coaligan para sacar beneficio de la segregación de los pueblos.

Pero... ¿A qué viene todo esto, esta especie de confesión pública? Viene a que estoy harto de que me quieran manipular, de que me quieran enfrentar con los demás para defender extraños intereses no coincidentes con los míos. No soporto las ideologías excluyentes, ni las impositivas, no me gusta la gente que añora el centralismo y los dictadores, a los que odian o rechazar la libertad de los demás hasta someterse ellos mismos, como borregos, al dictado de salvadores patrios, renunciando a sus propias ideas, a su librepensamiento, y dejándose llevar por la vaguedad y el conformismo a cambio de tener resueltas sus necesidades materiales básicas, su seguridad servil de súbdito obediente.

No soporto al aldeano que se encierra en su parcela y pierde la visión del resto, salvo para negociar en su propio beneficio; del cegato o miope que ha perdido la visión universal para localizarla en su pequeña terreno. No, somos del mundo y al mundo nos debemos. Si no nos consideramos ciudadanos del mundo estaremos dinamitándolo, desentendiéndonos de todo para no ser defensores de nada, para dejar a los vampiros que lo vayan destruyendo a su antojo, hasta dejarnos sin casa, sin tierra, sin planeta, mientras ellos se refugian en sus fuertes para subsistir al cataclismo.

Por tanto, me gusta el concepto inclusión, universalidad, humanismo y, repito, compartir. Por ello, solemos hacer, y yo los potencio, encuentros entre amigos y conocidos, donde cada cual aporta algo para compartir con los demás, según sus capacidades.

Curiosamente, cada año, venimos realizando un encuentro a la sombra de un acto gastronómico-cultural que no responde a la esencia de Andalucía, sino a la idiosincrasia catalana. Hoy lo reivindico como forma o instrumento de confluencia. Por qué este y no otro? Tal vez porque sea uno de los más necesario. Se está sembrando un desencuentro con Cataluña por parte de extraños intereses que se escapa a mi entendimiento y comprensión.

Yo quiero, con este acto, simbolizar el encuentro entre las diferentes culturas y pueblos, entre la gente dispar, distinta, diferente, que pretende convivir y proyectarse en la universalidad del ser humano, enriqueciéndola con esa diversidad complementaria, con sus idiomas, sus hábitos, costumbres y culturas abiertas hacia el encuentro y la fusión beneficiosa para todos. Una calçotada en Andalucía, regada con distintos vinos de las demás comunidades de España, es un buen aliciente para ver y disfrutar de lo bueno y diverso que se nos ofrece desde este polifacético país.

Este año los calçots han sido cultivados en la huerta de José Ginés (hemos introducido la variable de ajetes chinos, una novedad interesante, pero sin segundas intenciones, dado el empuje del coloso asiático, por lo que no debe adjudicarse a nosotros la decisión de comprar deuda pública española por parte de Pekín, jejeje…), la salsa hecha por Loli, como siempre excelente, producto de una receta de nuestros amigos Miquel y Magda de L’Hospitalet, los sarmientos de mi parra, el vino politópico (de diversos lugares), lo demás producto del pueblo; lugar, mi patio andaluz.

Resultado: Un excelente rato en compañía, disfrutando de la amistad y compartiendo manjares, conversación, chistes y juegos… en suma, sana alegría... Desde aquí os invito a participar de ese espíritu… ¿Te apuntas? Lo que da de sí una calçotada para reflexionar…!!!



lunes, 11 de abril de 2011

A mi nieta en su cumpleaños.



Un año,

ya hace un año que te vivo y que te bebo,

que te adoro y que te cojo,

que te miro y que te hablo,

que te toco y que te quiero.


Un año de luz y de esperanza,

de proyección de vida

que hila el telar de mi existencia,

de mi propia trascendencia hacia el mañana.


Tu sonrisa me arrebata y solivianta,

tus brazos tendidos me rinden

y humedecen tontamente mis viejos y cansados ojos.


Qué extraña sensación me regalaste.

Qué fuente de vida y emociones.

Qué siembra de sentires

en un consumido y fatigoso corazón de abuelo.


Hoy, en tu primer cumpleaños,

has dado tus primeros pasos.

Viniste hacia mí con tu alegría,

con tu sonrisa y manitas extendidas

buscando la puerta de mi alma

sabiendo que eres la dueña de su llave.


Y yo, como un imbécil,

sentí el profundo latigazo

que da el cariño incontrolado

de un abuelo cargado de emociones.


Yo ya soy el ayer y tú el mañana

y al contacto de tus manos

siento la ilusión de un presente

en el que quiero disfrutarte,

cargado de la vida e ilusión

que irradias con aire angelical

a cada instante.


Hoy, mi querida nieta,

en tu primer año,

cabalgó mi corazón a ritmo trepidante

mientras tú jugabas con él entre tus dedos

sin saber que llevas las riendas

de este cansado corcel

que danza al viento de tu fantasía.


Málaga, 10 de abril de 2011

martes, 5 de abril de 2011

«París bien vale una misa» (Paris vaut bien une messe).


A la muerte de Enrique III de Francia, en 1589, se produce una guerra de sucesión entre Enrique de Navarra, legítimo heredero, pero hugonote (Calvinista) confeso y de facto, y la liga católica de Francia, apoyada por Felipe II de España. Dado que Enrique no consiguió tomar Paris, defendido por las tropas de Alejandro Farnesio, y que la única vía para llegar a rey de Francia era convertirse al catolicismo, en un acto de realismo político y accediendo a las condiciones del rey de España, dio ese paso el 25 de julio de 1593, momento en que se le atribuye la célebre frase: «París bien vale una misa» (Paris vaut bien une messe), reinando como Enrique IV.


Digo todo esto como introducción al relato de nuestra visita (de mi esposa y mía) a Paris el pasado mes de marzo. Pues si hay algo de duda en esa afirmación, se despeja nada más conocer la ciudad. Es cierto que Enrique optaba al reino de Francia y nosotros solo visitamos París por primera vez, pero aún así, se entiende perfectamente que tanta belleza te nuble hasta el pensamiento y las ideas, sin que yo entre a valorar las cuestiones de fe y religión.


En nuestro caso solo pretendíamos celebrar nuestro 37 aniversario de boda con la exquisitez de la visita a la capital francesa, que no conocíamos. Acertada decisión, que seguro apoyan todo el que conozca la ciudad.


Nos ubicamos en el Hotel Champ de Mars, en la calle del mismo nombre y muy cerquita de Ecole Militaire, en el distrito 7, al pie casi de la Torre Eiffel y junto a la calle Cler, peatonal, típica, con sus puestos en la calle, cafeterías, pastiserías, queserías, etc… al lado, Los inválidos, con la tumba de Napoleón, pero, tranquilos, que el sujeto anda bien encerrado…


Al final decidimos coger el bus turístico para dos días y pulular por los lugares donde, estratégicamente, tenía las paradas, como fueron:


1.- Torre Eiffel. Impresionante obra, como ya conocéis, a la que merece la pena subir (hay ascensor, claro está) para ver el espectáculo de París desde las alturas (276 metros). Se construyó para la exposición universal de 1889 y poco faltó para que la demolieran… ¡lo que se hubieran perdido los franceses!


2.- Champ de Mars. Jardines que van desde la propia torre a la Ecole Militaire, donde formaban los cadetes de la escuela a caballo. En esta escuela se hizo teniente Napoleón Bonaparte.


3.- Museo de Louvre. Merece la pena dejar una semana para esto solamente, pero alternando con otras visitas para no saturarte. Solo visitamos la parte dedicada a antigüedades egipcias, orientales, etruscas y romanas y la lógica visita a la Gioconda y adláteres. Impresionante continente y contenido.


4.- La isla de la Cité. Con la Santa Capilla y sus impresionantes vidrieras, Notre Dame y todo su esplendor, junto a las calles, puentes y arquitectura de la cuna de París.


5.- Museo d’Orsay. Instaurado en la vieja estación de tren D’Orsay, recuperada para este menester, se muestra espléndido, rebosante de obras de arte en pintura, escultura, arte decorativo, fotografía, etc. Pintores como Pierre Bonnard, Paul Cézanne, Gustave Courbet, Edgar Degas, Maurice Denis, Paul Gauguin, Edouard Manet, Jean-François Millet, Claude Monet, Vincent van Gogh y un amplísimo número de reconocimiento universal. Valga la redundancia de que me impresionara el impresionismo francés. No dejo de reflejar el salón del comedor, con los frescos en el techo y sus vistas, que hacían de la comida un acto más que agradable.


6.- Ópera. Solo pudimos ver la fachada que estaba andamiada por obras de mantenimiento. Falló la visita a las “Galeries Lafayette” por discurrir por la zona una manifestación, por lo que visitamos solamente La Madeleine que es un templo católico de arquitectura neoclásica, que me recordó, con sus columnas, un templo romano. Preciosa vista desde allí de la plaza de la Concordia y la Asamblea Nacional al fondo.


7.- El Arco del Triunfo. En cuyas pareces no vi la ciudad de Cádiz como conquistada por Napoleón, jejeje… Subimos los 284 escalones para ver las perspectivas desde arriba y me percaté de que la edad no perdona. La vista impresionante. Doce avenidas que llevan a todo París. Al fondo La Defense amenazante con sus rascacielos, como mantenidos fuera de la ciudad para no romper su estructura, como si la idea de desarrollo y futuro estuviera suspendida en las afueras para respetar al París clásico cargado de belleza. Los rascacielos intimidantes miran envidiosos, desde el exterior, sin atreverse a perturbar la paz y la belleza que irradia la ciudad. Tal vez, la torre Eiffel, con su altura bravucona, también les intimide a ellos en esa defensa del París del XIX.


8.- El Grand Palais y el Petit Palais, nada más cruzar el monumental puente de Alejandro III, todo ello construido para le expo universal de 1900. En el Petit se encuentra el Museo de la Villa de París, de Bellas Artes. Poco tiempo para mucho ver. El edifico, en sí mismo, ya es una obra de arte que nubla, en algunos casos, las obras expuestas.


9.- Trocadero. Impresionante por su espaciosidad, jardines y vistas de la torre Eiffel iluminada y de la avenida de Champ de Mars entre sus patas. Gente, mucha gente, más gente…


No podemos olvidar los Campos Elíseos; la Plaza de la Concordia, donde fueron guillotinados el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta, con su el obelisco egipcio procedente del Templo de Luxor; los jardines de las Tullerias; plaza Vendome con el monumento a Napoleón; los Inválidos, impresionante construcción de Luis XIV para acoger a los heridos y mutilados de sus guerras, donde reposan los restos de Napoleón; y un amplio etc. que solo se descubre con el caminar y patear calles, plazas y jardines.


Montmartre y el barrio de los pintores. Excelentes vistas de París desde la explanada de la basílica del Sagrado Corazón, llena de gente, viendo la exhibición de habilidades en la danza, malabarismo, etc. de los actores espontáneos. El templo precioso, pero con vigilantes para que nadie hiciera fotos. Parece mentira que se llegue a evitar que la cámara retenga lo que el ojo no pudo, sin saber qué beneficio sacan, salvo el que la gente compre una postal en lugar de llevarse la foto. Luego un café en la “Place du Tertre”, o de los pintores, llena de ellos trabajando retratos o caricaturas de los clientes, con su exposición de obras, invitando a llevarse un recuerdo de París. Bonita y bohemia zona para pasear tranquilos viendo los puestos de la calle Abbesses, bajar por Lepic hasta Blanch, junto a Le Moulin Rouge, tomar el metro e irse a descansar.


Un paseo por el Sena. Siendo, o no, un aniversario no se puede perdonar la experiencia del paseo en barco por el Sena. El inconveniente era la lluvia pertinaz, aunque no intensa, que nos acompañó en todo el recorrido. La noche navegando por el río, con toda la monumentalidad iluminada de los edificios que jalonan las orillas, es una imagen imborrable. Al final, a la vuelta, la torre Eiffel nos obsequió con un espectacular y complementario juego de luces que la convertían en un chisporreteo de destellos que recorrían toda su estructura. Se pueden observar cada hora, en sus primeros cinco minutos.


Como cuestión complementaria podemos decir que es una ciudad cara para el turista, con un tren de cercanías, RER, que conecta con la zona radial y con una red de metro bastante completa. Aunque no muy vistosa y presentable, tanto en los trenes como en las estaciones. Cuidado con los carteristas!!! Si puede ver bien sin conocer el idioma, aunque es preferible dominar algo el francés o el inglés.


Creo que hay una forma más barata de visitarla, como es alquilar un apartamento para dos o tres parejas y cocinar y vivir allí unos diez días. En fin, para compartir esta experiencia os dejo unas fotos, seleccionadas de las más de 700 que hice, en un par Slides, por si os apetece verlas.






Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...