domingo, 26 de abril de 2015

Por el Barranco de Viznar


Anteayer, 23 de abril y día del libro, venía de Cartagena y, como siempre que paso cerca de Viznar, me acordé de Federico García Lorca, de su muerte en el Barranco de Viznar, donde hay más de 2000 fusilados enterrados, y de la vileza de sus asesinos. Es curioso que en este día tan señalado también se haya conocido que existe documentación fehaciente sobre las cusas que indujeron su muerte, aunque ya existían evidencias suficientes sobre ello. Le mataron por masón, socialista y homosexual… tres causas que muestran la intransigencia, intolerancia y desprecio a la libertad que manifestaban sus asesinos y quienes dieron la orden. Esa gente nos gobernó casi cuarenta años y dejó su semilla ideológica plantada en los campos de nuestra sociedad, tal como se sigue viendo hoy día.

Cuando me acuerdo de Lorca me vienen a la mente sus versos, su poesía fresca, sensible, bucólica en muchos casos y dramática en otros y me incita a escribir. La luna y el olivar, las casas blancas y los campos de nuestra Andalucía, el mundo gitano, la zambra, el toque y el baile, la faca, el clavel y la flor roja que siembra la sangre.

Hay que ser imbécil para no darse cuenta del valor de un poeta y arrebatarle la vida por ser diferente al gaznápiro de turno que, al amparo de las armas, se sienta en el sillón del poder. El energúmeno solo puede gobernar a un pueblo si lo embrutece y lo somete por la fuerza de las armas y de la alienación. ¿Qué va a saber de cultura, de sensibilidad poética, de creatividad literaria, un palurdo que sigue consignas al amparo de la intolerancia, de la imposición y del sometimiento? Si solo es un trozo de carne con ojos para apuntar y dedos para apretar el gatillo a la orden de YA, vil servidor de su amo… Qué mala es una idea cuando no se permite que surja otra para contrastarla. Los tiempos de idea única siempre son de dictadores, de sometimiento y humillación, de frustración y represión de la diversidad.

Este poema fue brotando, como si a la vista del lugar, surgiera la semilla de su sangre repleta de versos, como si el ambiente estuviera cargado con su ritmo poético llevado por las musas que impregnan el etéreo espacio que le vio morir.
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La luna de pergamino
va derramando su alma
al ver a los asesinos
como a Federico matan
y entre los olivos verdes
sombras de sangre y de nácar
van jugando entre las ramas
como si fueran fantasmas.

La noche llora en silencio
el polvo lame la lágrima
al ver que en esta batalla
están ganando las armas.

La voz quebrada se ha roto
y en esta tétrica calma
hay un silencio de muerte
embargando la esperanza
pues la estulticia se ha impuesto
al valor de la palabra.

Noches preñadas de sombra
bailan su danza macabra
mientras entre los olivos
solo queda la esperanza
de que la sangre caída
nos de su fruto mañana.

Autor: Antonio Porras Cabrera​
23 de abril de 2015




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