domingo, 26 de febrero de 2012

Andalucía (y X)


La religión en la guerra y la posguerra.


Procesionando en los años cincuenta.
Cuevas de San Marcos
Vistas las dos entradas anteriores es fácil hacerse una idea de cual es el papel que desempeña la iglesia, sobre todo su jerarquía, en el conflicto civil, dado la simbiosis entre ambas partes, o sea, clases dirigentes conservadoras e iglesia.

Al catalogarla, tanto el marxismo, el anarquismo y el propio movimiento obrero desde la revolución francesa, como un elemento alienante de la masa popular, la sitúa en el blanco de sus ataques. La iglesia, que es como un enorme elefante que se mueve con extrema lentitud, está falta de reflejos y continúa anclada al poder y la tradición, sin saber interpretar claramente el mensaje del Jesús más humanista. Sigue defendiendo sus prebendas e influencias y dando la espalda a las necesidades sociales reales y a la explotación de la masa obrera. Por tanto, el conflicto estaba servido y las partes aprestadas al combate.

Es bien cierto que la iglesia es perseguida y no defendida con rotundidad por la República ante los ataques de sus enemigos ideológicos. También lo es que fueron asesinados muchos de sus seguidores, sobre todo clérigos, frailes, monjas. De igual forma, en bastantes casos, se quemaron y destrozaron iglesias. También es cierto que las bandas de pistoleros de uno y otro bando andaban a la gresca y se asesinaba a sindicalistas y obreros, a la par que el anarquismo militante respondía con la misma moneda.  En todo esto, la alineación secular de la religión con el poder estaba pasando factura a través de la violencia; su apoyo al absolutismo, su connivencia con las fuerzas más conservadoras y reaccionarias, su implicación en el sostenimiento del sistema injusto que se denunciaba, la situaban en uno de los bandos de forma descarada. Se da, pues, un acumulo de “mártires”, por usar un término religioso, entre sus seguidores, sobre todo durante el conflicto bélico, lo que ha llevado a una ola de beatificaciones en los últimos años. Eso sí, los 16 curas vascos asesinados por el bando nacional no tienen este calificativo y anda excluido de la posibilidad de beatificación, ya que eran simpatizantes del bando contrario o, en todo caso, del independentismo vasco que pretendía romper la patria, España.

Manifestación de fervor femenino en la posguerra
(Cuevas de San Marcos)
Sin entrar en los honores dados por el régimen a estos “mártires” y a los muertos del bando vencedor, hemos de lamentar que aun hoy día, cuando parece que ya se debería haber resuelto el conflicto con la convivencia constitucional que se elaboró en la transición y haber cerrado las heridas abiertas durante la guerra, permanezcan en las cunetas y fosas comunes, como proscritos, miles de restos de ciudadanos asesinados por el bando vencedor, si bien los suyos, insisto, han sido honrados sobradamente en los años del franquismo. La religión que, para mí, debería ser la paladina que reclamara el trato humano adecuado a estos muertos, que un día pudieron ser sus enemigos, sigue sosteniendo el odio y el desprecio lavándose las manos, no reconociendo su propia implicación en los fusilamientos y ejecuciones sumarias, bendiciendo el pelotón, presenciando, muchas veces, las ejecuciones para dar “cobertura espiritual” al fusilado.

En esto me viene a la memoria el dicho que: “Quien a hierro hiere a hierro muere”; pero, como creo en la ley del péndulo, también diré: “Quien a hierro es herido a hierro mata”. La iglesia tuvo mártires y fue herida a hierro a lo largo de su historia, sobre todo en sus primeros momentos, pero aprendieron bien la lección y muy tempranamente andaban quemando templos paganos y pregonando la muerte del infiel. En este caso reciente también dieron cobertura moral y espiritual a muchos crímenes del franquismo. El sufrimiento y muerte de un comunista (todos los del bando republicano fueron tildados de comunistas, vaya forma de generalizar) eran merecidos, pues eran demonios con cuernos y rabo (así nos los imaginábamos los niños) enemigos de la Patria y del Señor. Y digo yo, y ahora con sorna, eso de los cuernos podían darse en ambos bandos, si bien lo del rabo era evidente que lo había aunque fuera mal puesto por delante en lugar de la cola. Eso sí, las mujeres del bando vencedor andaban más controladas y no estaba bien visto encontrarlas hablando con otro hombre, salvo el cura, con lo que el cura era el consolador oficial de las damas frustradas, ejecutor milagroso de maternidades imposibles y padre, Dios sabrá, de cuantos hijos, ya que todo el mundo le llamaba padre, si bien sus hijos le solían llamar tito.

Curas y mujeres en la puerta de la iglesia
Pero volvamos al tema. La iglesia toma parte activa en la contienda y comparte con el régimen la cama, controla las ideas y el pensamiento moral, define la ética civil, perdona los pecados (sobre todo de los suyos), censura la educación y los medios de comunicación a la par que lo hace el régimen. Recuérdese la calificación que se ponía en la parroquia sobre las películas que se proyectaban en los cines, la obligatoriedad de acudir a misa los domingos salvo ser señalado con el dedo, los niños con los niños, las niñas con las niñas, dejad que los niños se acerquen a mí, el poder del cura del pueblo y del clero en general, la sumisión de la gente con el besamanos continuo de los curas, su exclusión de la ley penal, exención de impuestos y un sinfín de prebendas otorgadas por el régimen ante su connivencia.

En estas circunstancias, la iglesia bendecía la guerra como una Santa Cruzada, daba cobertura moral y religiosa al hecho, allanaba el camino para que el régimen se entendiera con Dios y fuero nombrado Franco “Caudillo de España por la Gracia de Dios”, como aparecía en las monedas junto a su imagen, lo paseaba bajo palio, le otorgaba parte en el nombramiento de sus obispos, adoctrinaba al pueblo en la sumisión al poder establecido y a los principios del Movimiento Nacional en las escuelas, sostenía y potenciaba el sometimiento de la mujer al dictado machista y un amplio etc. En suma, la religión, en su alianza del nacional-catolicismo, asumió el papel de adoctrinadora y controladora de la mente y el espíritu de la gente para perpetuar el sistema. En contrapartida es favorecida por el régimen con diezmos y primicias, con exenciones fiscales que se mantiene en la actualidad con el IBI, con subvenciones y pago de curas y religiosos en plan funcionariado, de colegios y con disposiciones legales que la protegen.  En  todo  caso es bochornosos que se mantengan la presión fiscal sobre la ciudadanía en tiempos de dura crisis mientras la iglesia, egoístamente, anda embolsándose cantidad de millones de euros procedentes del conjunto de esa ciudadanía, incluidos los no creyentes. Ellos ponen como justificación su labor social a través de cáritas y demás organizaciones, pero a la vista del artículo reseñado más abajo cabe pensar en cambiarle el acento a cáritas y dejarlos en caritas, pero duras. Para más información aconsejo, entre otros, el interesante artículo de Juan G. Bedoya en el diario el País, titulado Jaque al paraíso fiscal (ver en:

Banquete de primera comunión
Pero continuemos. Hoy sigue habiendo claros ejemplos de esa resistencia al cambio, a esa necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos y echar “pelillos a la mar”, de su obcecación en el anacronismo dictatorial religioso. Se ve que los pastores, tipo Rouco, no están por la emancipación de las ovejas, aunque la derecha más recalcitrante pidiera para el reformista Tarancón el paredón en los tiempos de la transición, aunque el Concilio Vaticano II abriera la iglesia al pueblo y se acercara al sufrimiento y la injusticia con la elaboración de la Teología de la Liberación, a la que, tras la muerte de Juan XXIII, se le fueron poniendo palos en las ruedas hasta demonizarla con el tiempo al amparo del inefable Wojtila, próximo santo de oficio.

Aquí he de decir que la iglesia es culpable. Culpable de la muerte de la fe y la religiosidad de muchos creyentes. Pues se da una confrontación entre el mensaje de un Jesús humanista, abierto a todos, paladín de la justicia social, cercano al pueblo con el que compartía el sufrimiento y la idea de liberación, con el que nos identificábamos muchos de los luchadores de aquellos tiempos, y por otro lado un Dios sembrador del miedo, amenazante con los infiernos, frustrador y controlador, aliado del poder y la injusta tradición, que busca hacer al ciudadano bobo y sometido a los designios pastoriles y al mundo milagrero, con curas de boato y ceremonia, de prepotencia y verdad dogmática, que choca claramente con los nuevos tiempos, con el proceso devolutivo social que ya viene imparable…

Placa recordatoria del increíble milagro de San Vicente Ferrer
( en una calle de Morella)
Como prueba de que sigue anclada en el pasado, de que su anacronismo es inmutable, señalo algunas cuestiones significativas. Todavía se ven en el interior de muchas iglesias lápidas recordatorias de los caídos por Dios y por España del bando vencedor, véase como ejemplo la catedral nueva de Vitoria-Gaztei, y creo que la de Jaén también la tenía, cuestión que, por estar dentro, no agrede a ningún transeúnte y están en su derecho de poner lo que les venga en gana dentro de su casa, pero en la fachada exterior, como es el caso de Morella donde estuve recientemente, es otro cantar. Ya que hablamos de Morella, hay otro ejemplo claro de bobería crédula cuando se encuentra en una fachada una placa (ver foto) con la inscripción: “En esta casa obró San Vicente Ferrer el prodigioso milagro de la resurrección de un niño que su madre enajenada había descuartizado y guisado en obsequio al santo. (1414)”. Toma ya…!!! Ahora vas y lo cascas… Estos es mucha más milagro que la gallina de Santo Domingo de la Calzada, que como bien sabréis, cantó después de asada… Con todo mi respeto, a estos dislates solo se le puede dar crédito desde una fe ciega que anule la razón y cierre la mente a cualquier razonamiento lógico. Eso sí, la iglesia sabe crear esas mentes, pues práctica no le ha faltado a lo largo de los siglos.

Para mí, y lo digo con todo el comedimiento, esta jerarquía eclesiástica está muy lejos de sus bases populares (no me refiero al Parito Popular, claro está, que es más bien su aliado) y de su misión religiosa, pues es bastante intolerante, se cree con derecho a orientar al legislativo, sigue siendo dogmática, anatemiza, carece de cualquier planteamiento democrático, es machista y excluyente, mercadea con objetos de fe y sigue sosteniendo una estructura farisaica e hipócrita, donde el dinero es objeto de culto y dedicación. Sin embargo, conozco a mucha gente creyente que son modelos de compromiso social, de capacidad de razonamiento crítico y de coherencia. Me permito un recuerdo a monseñor Romero, asesinado en El Salvador por ultraderechistas protegidos por el régimen, como defensor del pueblo oprimido y denunciante de los atropellos del poder. Lo que no me cabe bien en la cabeza es como siguen sin luchar dentro de su organización por cambiar las cosas y hacer una religión más humana, más abierta, que respete la diversidad y defienda el laicismo como forma de relación social entre los distintos credos.

Pues bien. Esta iglesia es la que anduvo dominando el país durante la posguerra y mis años de infancia. La viví en mis carnes, y solo de mayor, cuando mi uso de razón y mi conocimiento me permitió la libertad de pensar autónomamente, puede sajarme de ella y fraguar un pensamiento crítico. Eso le pasó a mucha gente de mi generación.

Procesionando en mi pueblo.
El monaguillo de la derecha soy yo
Ahora estamos inmersos en una situación de conflictos religiosos, donde la fe vuelve a blandirse como espada de lucha irracional para neutralizar ideas. Miedo me dan las religiones que, como ya he dicho, no trajeron paz sino guerra, no aportaron encuentro sino confrontación, no buscan la verdad sino imponer “su verdad” dogmática, no utilizan la razón sino la fe… y es que muchas religiones justifican el mal cuando este está al servicio del bien, de su propio bien. Es decir todo vale para sostenerse en esa fe y en ese credo, por lo que se mata, si es preciso, para defenderse de las agresiones de las ideas contrarias. En algunos casos, como estamos viendo, incluso con bombas e inmolaciones indiscriminadas. ¿Qué tendrá la vida del más allá que nos lleva a hacer tantas barbaridades en el más acá?

Bien, amigo/a lector, si has llegado hasta aquí, tras leer las diez entradas bajo el epígrafe Andalucía, aunque sea más bien una pasada por la historia de España para situar el contexto de mediados del siglo pasado; si Dios te otorgó la santa paciencia para leerme y tener esta visión de las cosas desde un punto de vista más crítico, te agradezco esa paciencia y el interés mostrados y ¿cómo no? los comentarios que pudieras haber colocado con tus opiniones. En todo caso, te comento que esto es parte de un proyecto literario de análisis personal sobre el momento histórico que nos ha tocado vivir y como se fue fraguando esta sociedad en crisis y conflicto continuos. Espero, cuando el proyecto esté pulido y concluido, que me llevará cerca de un año, poder presentarlo de forma íntegra para que puedas conocerlo en toda su extensión.


jueves, 23 de febrero de 2012

Andalucía (IX)


Seguimos con el paseo histórico sobre la religión.

I Concilio de Nicea.
(Imagen de internet)
Las religiones, en general, asumen la verdad como propia y, no solo la defienden, sino que pretenden imponerla, a veces, incluso por la fuerza. De ello tenemos constancia a lo largo de la historia, sobre todo en lo referente a nuestro país. Lo cierto es que la religión católica es una organización perfectamente engrasada, donde el chirrío de cualquier rueda es considerado herejía e, inmediatamente, es neutralizado. Junto con el ejército es la única organización monolítica donde el mando siempre tiene la razón, si bien en este ya se cuestiona por el propio derecho. Ello ha permitido su sostenimiento a través de los siglos y mediante el truco de la fe ciega en la autoridad papal, con capacidad para dogmatizar dada su infalibilidad, entendida como dogma desde el concilio Vaticano I (1869-70). Es evidente que los errores papales son clamorosos a lo largo de la historia, por lo que eso de la infalibilidad, al menos para los no creyentes, nos suena a cachondeo, amén de otros muchos dogmas que, carentes de la más mínima lógica, fueron discutidos dentro de la propia iglesia.

De todas formas, me permito aseverar que las religiones monoteístas no fueron, en ningún caso, un elemento de paz y encuentro, sino de guerra y confrontación. Tal vez por aquello, que apuntaba al principio, de estar en posesión de la verdad absoluta y ser el pueblo elegido por Dios, amén de su alianza con el poder económico y militar que buscaba la expansión de los intereses de ambos.

Constantino vencedor de la batalla de Puente Milvio
(Imagen de internet)
El hecho es que, como ya anoté, el poder civil y el religioso vieron lo beneficioso que resultaría, para ambas partes, un acuerdo entre Dios y el Cesar en la gestión de la relación social. No fue Constantino I, llamado el Grande y santificado para la Iglesia Ortodoxa aunque no por la romana, el que declaró al cristianismo como religión oficial del Estado, si bien ayudó mucho a ello legalizándola en el Edicto de Milán de 313, incluso regalándole a Silvestre I un palacio en Roma que fuera de Diocleciano. A partir de este momento, y al amparo de los conflictos y reyertas habidos entre distintas tendencias cristianas no exentas de violencia y, usando un término peyorativo, “navaja en ristre”, Constantino patrocina el I Concilio de Nicea para reunificar el credo religioso, lo que da más fuerza al Cristianismo al oficializar dicho credo.

Pero es Teodosio el que firma el acta matrimonial entre Iglesia y Estado, al declarar el Cristianismos religión oficial del mismo, si bien, como en todo matrimonio, se dieron disputas sobre el rol que debía asumir cada uno en esa relación. Este hecho, y la ilegalización del culto mitraico, se acompaña de una persecución sumamente cruel del paganismo, que se llevó miles de vidas por delante, la destrucción, saqueo y expropiación de templos y la eliminación del sacerdocio pagano. De todas formas, a esas alturas es evidente el abandono del mensaje de Jesús, al que ya le habían dado la vuelta desde la concepción helenista de San Pablo en contra de la otra más judaizante, en lo que tuvo mucho que ver el asunto de la exigencia de circuncisión de los conversos no judíos y la tendencia, orientación y oficialización de la posición cristiana hacia una concepción en la línea de la religión mistérica, como lo era el mitraísmo donde había un amplio caldo de cultivo en el imperio por el culto al dios Mitra, que facilita la opción católica, es decir universal, al ilegalizarse dicho culto.

Asesinato de Hipatia de Alejandría
(Imagen de internet)
A partir de este momento, y al abrigo de la descomposición del Imperio Romano, una vez organizada la religión a imagen y semejanza del poder civil, va cobrando protagonismo hasta dominar el componente ideológico que conforma el sistema de occidente. Pedro, o el papa, es el divino emperador elegido por el senado (el cónclave cardenalicio) y ejerce su poder omnímodo a través de sus obispos, presbíteros y diáconos, que gestionan la unidad territorial de la diócesis.

La forma de acción, para su expansión, era el integrismo religioso y su prédica, al amparo del cual se neutralizaba al enemigo u oponente en el nombre de Dios, para imponer definitivamente el credo hasta en la más mínima estructura del Estado. Eso permitió que la iglesia perviviera a las invasiones bárbaras, mayoritariamente arrianas con sus disputas cristológicas, hasta que Recaredo, en el III Concilio de Toledo, con todos los visigodos, abrazara el catolicismo.

Las “malas lenguas” dicen que los visigodos, que podían tener varias mujeres, tomaron como esposas a mujeres romanas de alta cuna y de religión católica. Los sacerdotes hicieron ver a las esposas católicas que si convertían a sus esposos y abandonaban el arrianismo abrazando el catolicismo, se garantizaban el lugar privilegiado de esposa para toda la vida y sus hijos serían los únicos herederos de la hacienda. Saco esto a colación porque podría ser una de las primeras veces en que la religión usa el poder femenino para controlar la situación y revertirla en beneficio propio. Lo curioso es que esta técnica o actuación ha sido temida hasta nuestros días, pues la propia izquierda política se opuso, en su día, al derecho de sufragio de las mujeres por entender que tenían el coco comido por los religiosos y estaban en un profundo estado de alienación, lo que bloquearía el camino progresista. De todas formas, bajo mi humilde opinión, la trascendencia milenaria de la religión católica tiene un eje importante en el control del adoctrinamiento de los hijos a través de las madres.

Pero volvamos al asunto. Después viene la inmersión en el ostracismo de la edad media, donde el poder de la iglesia se reafirma y controla las letras y las ciencias, almacena y gestiona el conocimiento en sus monasterios, lo que le permite decidir sobre cuales son los textos adecuados a sus intereses, demonizando los otros. En esta especie de purga integrista se eliminaron obras de gran valor, tanto de contenido religioso como filosófico y científico, incluyendo aquellos escritos heréticos donde había contradicción con la defensa de los evangelios sinópticos que, por cierto, son redactados a partir del año 70, cuando San Pablo controla el dominio religioso sobre la zona helénica, y al ser éste docto en letras y orden, potencia la escritura de los evangelios en griego, dando definitivamente la preponderancia de este sector cristiano sobre el judaizante. San Pablo es el verdadero forjador del Cristianismo tal como lo conocemos que, viniendo de la conversión del sanguinario Saulo, no deja de crear cierto recelo su posible actitud en defensa de su nueva fe.

El dios Mitra sacrificando al toro
(Imagen de internet)
Así pues, definitivamente, a partir de que la iglesia domina el saber dirige el adoctrinamiento. El control es mayor en cuanto la sabiduría popular sea inferior, por lo que sembrará el conocimiento afín y demonizará el que no controle. Este poderío no se limita solo a ello, sino que es un control político, incluso, en gran medida, económico, hasta el punto de coronar emperadores, de dar el visto bueno a entronizaciones de reyes, de bendecir la guerra santa de las cruzadas, promoverla y orquestarla. El concepto de cruzada conlleva la eliminación y/o lucha a muerte con el infiel y lo malo del asunto es que ha trascendido hasta nuestros días, siendo usado en nuestra guerra civil ese término.

Hay una tremenda evidencia del predominio religioso sobre lo civil, sobre los intereses del pueblo llano, y de su alianza con el poder feudal. Lo manifiestan esas abrumantes construcciones religiosas como las catedrales, monasterios y lugares de culto que dan testimonio de la preponderancia de los ritos y ceremonias y sus actores (léase clero y órdenes religiosas) sobre los intereses materiales de los fieles y su calidad de vida. Véase la imagen de esos pueblos donde la iglesia sobresale por encima de casuchas bajas, chozas en su tiempo, y cualquier otra mísera construcción civil. Mientras que el imperio romano se caracteriza por su ingeniería civil, en este caso es la religiosa la predominante. No es solo la arquitectura, sino las artes y riquezas acumuladas en el entorno religioso lo que fortalece una estructura organizativa que acabará nutriéndose y consolidándose mediante el abuso sobre los fieles, en lugar de ejercer una actividad de servicio hacia ellos, a la par que conforma el sostén ideológico de la injusticia social reinante. Claro que su poder de influencia es ilimitado al dominar los medios de comunicación, o lo que es lo mismo, al contar con un lugar (la iglesia) donde están obligados a acudir cada domingo los fieles para recibir la homilía o sermón desde el púlpito adoctrinador. En este caso, contar con la inestimable colaboración de la iconografía, las imágenes y estatuas, presentes en la iglesia, recordando los infiernos, el castigo, la gloria de Dios, sus santos y demás, no deja de acojonar un pelín a los fieles incautos que dan por sentado, al amparo de la fe, cuanto sale por la boca del discursante, entendiéndolo como palabra de Dios.

Relicario
Por otra parte, la corrupción es una constante que se sustenta en falsificaciones de reliquias y en venta de dignidades, privilegios, indulgencias, bulas, prebendas, etc. todo ello con objeto de sacar dinero para el sostenimiento de la iglesia y financiar sus faraónicas obras. Es también significativa la convergencia con la nobleza, a la que se le permite construir capillas sepulcrales anexas a las naves principales de iglesias y catedrales, como compensación por su aportación económica. O sea, existe un trapicheo de gracias divinas de la mano de los representantes  de Dios en la tierra. La reliquia era un reclamo milagroso que atraía a los fieles y sus donaciones… buen negocio. Una de las que me llama más la atención es la reliquia del santo prepucio, relegado, junto con otras muchas reliquias, por el Concilio Vaticano II a leyenda pía, neutralizando así este bochornoso espectáculo.

Pues bien, volviendo al tema del poder, esta constancia controladora y protectora de sistema, se mantiene a lo largo de la historia con la fiscalización inquisitorial, como en el caso de Galileo y la represión del protestantismo, hasta que la ilustración se abre camino y lucha por eliminar ese papel de la religión. Esto hace que en Europa se viva una revolución social, donde el laicismo toma protagonismo y el poder popular suplanta al religioso y sus asociados monárquicos absolutistas, a través de la revolución francesa. Claro que en España no se da esto, como ya he mencionado, y estamos en la fase de purga ideológica entre el anacronismo religioso y el laicismo, entre el adoctrinamiento arcaico y la formación de espíritus libres y responsables que asuman los derechos y deberes de la soberanía popular, entre la separación de la Iglesia y el Estado.

Tribunal Inquisición
Esta situación de conflicto y desencuentro entre las dos Españas, ya referidas en entradas anteriores, sitúa a la iglesia en el lado del poder y las clases dirigentes y en contra del pueblo que lucha, que la entiendo como un enemigo a batir. Por tanto, llegados aquí, vuelvo a retomar el tema de la situación de España en la posguerra y cómo influyó la religión en el desenlace del conflicto y la gestión de la victoria. Pero eso lo dejo para la próxima entrada, que probablemente sea la última.


martes, 21 de febrero de 2012

Andalucía (VIII)


Algunas ideas sobre la religión

Galileo y la Inquisición
No querría terminar esta serie de entradas, a las que titulé Andalucía por estar realizadas en esta tierra y con la perspectiva de la vivencias que ella me aportó, sin tocar el tema de la religión y su influencia en la gobernabilidad y vertebración del complejo capitalista  y del Estado español que nos administra y “castiga” en estos momentos; en suma, el sistema actual que anda en crisis y amenazante. Son ideas, matices y conceptos varios que intentan centrar una realidad social que conlleva anacronismos y conflictos históricos ya tratados en otras entradas de esta serie. 

Toda persona adulta, en proceso evolutivo normal, debe pararse en un momento dado de su vida a reflexionar sobre los esquemas que le introdujeron de pequeño en aquella mente virginal y limpia, con objeto de iniciar e impulsar el conocimiento de sí mismo. Debe empezar a comprender cómo y cuándo se le quiso hacer un instrumento, un engranaje dependiente de una cadena de presos de la vida, de la cultura y valores imperantes en la sociedad que le ha tocado vivir. Claro que, ante la capacidad de discernimiento desarrollada a lo largo de la vida, hay quienes están en situación idónea para hacer ese ejercicio a temprana edad, mientras que otros no podrán hacerlo nunca, dado que andan alienados y atrapados por los intereses organizacionales de grupos de poder que dominan el entorno social y político que gestiona esa sociedad que les tocó vivir, o sea, tienen su mente cerrada a cualquier otra idea que no esté integrada en el dogma, la fe y el credo en que fueron educados.

No podemos olvidar que la cultura social de los pueblos se enmarca en una serie de principios y valores que la determinan, dando como resultado una serie de conductas y actitudes que permiten un sistema relacional que consolida, en mayor o menor medida, la estructura organizacional de esa sociedad. La cuestión radica en qué y quiénes son los elementos que hacen de sostén, de argamasa, adhesivo y aglutinante para consolidar el sistema, sea o no de justicia, sea o no el ideal para el conjunto de la sociedad. Por tanto, considerando que la esencia convergente, o divergente, de la ciudadanía radica en las ideas y la forma de gestionarlas, o lo que es lo mismo que las ideas son la argamasa referida, hemos de identificar donde se centra y controla ese sistema ideológico y como se adoctrina y conforma (da forma) a los sujetos de esa sociedad en el campo de la gestión ideológica.

Adoctrinamiento católico
Pues bien, el gran dilema es cómo crear o definir un sujeto con una personalidad que responda a los intereses de esa estructura social. Si consideramos que todo individuo se fragua mediante un proceso de aprendizaje donde los conceptos de pérdidas y ganancias, de conveniencia y desventaja, de bueno y malo, de beneficioso y perjudicial, forman un entramado donde el interés personal toma un protagonismo relevante, colegiremos que las conductas y actitudes que se generan pretenderán evitar males mayores y buscar los beneficios de una vida mejor de forma directa o indirecta, aunque sea en el más allá predicado por algunas religiones.

Todo este argumentario lo planteo para concluir que las ideas, actitudes, valores, principios y cuantos elementos motivan y mueven a los sujetos tienen relación directa con cuestiones de conciencia, de ideología, de convicciones, de confianza, de fe y creencias religiosas. De esto saben mucho, pues, las religiones. Digo esto porque la religión, a través de la trascendencia del ser humano al más allá, de sus miedos y fantasmas, de sus creencias y dogmas, de sus principios normativos, de su rechazo a la muerte, consigue modular a los sujetos adoctrinándolos en una determinada línea para someterlos al credo religioso. Este credo conlleva actitudes y conductas, por lo que la religión es la mejor forma de atrapar al sujeto en el cumplimiento de la norma y el sometimiento. De esto se sabe mucho desde tiempo inmemorial, hasta el punto de divinizar a los mandatarios, sean faraones, emperadores, reyes o dictadorzuelos. La religión generó una clase social que tenía el privilegio de estar en contacto con la divinidad, de ser portadores de su palabra y, por ende, hacer de pastor del colectivo, apoyando así al sistema donde el poder civil y religioso se coaligan en beneficio propio… el poder del brujo se suma al poder de la espada. No olvidemos que nuestro “Caudillo” lo fue por la Gracia de Dios, según rezaba en las monedas franquistas. Claro que la gracia de Dios, en este caso, fue la desgracia del pueblo.


Concordato Iglesia-Estado
Dicho esto, podemos afirmar que las religiones crean y sustentan un estado de conciencia individual, integrado en el colectivo, a través del proceso de socialización y mediante el adoctrinamiento sistemático desde la más tierna infancia. Lo más significativo es que la religión, al subrogarse la representación divina, establece leyes, formas, conductas, hábitos, ética y moral que configuran los buenos principios para esa sociedad, aunque sean en el interés de unos pocos, basados en la palabra de Dios, lo que conlleva lo misterioso del más allá, de la imposición bíblica de un Dios sanguinario que castiga con la destrucción y muerte, con el diluvio, con el fuego y el azufre de Sodoma y Gomorra, con vagar por el desierto durante cuarenta años por adorar al becerro de oro… Parece como si no se conformara con pedir cuentas al final, sino que ya empieza a hacértelas pagar antes de palmarla… ¿Entonces en qué quedamos?

Pero volviendo al asunto de la socialización y adoctrinamiento referidos, los freudianos dirían que nos crean un “superyo” rígido y controlado para que el “ello” sea conducido al redil del pastor de forma autónoma, por el propio individuo. Es decir, nos colocan el Pepito Grillo en el coco para tener el policía interior que nos controle mediante ese conflicto sostenido en el tiempo entre el deseo y la prohibición, entre el mal que sale de nuestro deseo psíquico y fisiológico y la conducta del bien que nos han definido ellos. Tus pecados los puedes pagar aquí pero, en todo caso, es seguro que no te escapas de pagarlos en el más allá. Luego, donde dije digo, digo ahora Diego, aclaran que el infierno ya no existe como decían, el purgatorio tampoco está claro y el limbo es un estado en donde parecen estar muchos de los que nos intentan adoctrinar o, al menos, donde nos quieren llevar ideológicamente hablando.

Adoctrinamiento islamista
Por otro lado, en las religiones monoteístas y más concretamente en la Judeo-cristiana y en el Islam, que mantienen su actualidad, se estableció una alianza de poder terrenal y espiritual que trasciende hasta nuestros días en mayor o menor grado. Esa especie de chalaneo y conchabamiento entre ambas partes, en un equilibrio de poder de beneficio mutuo, como ya he referido, instaura uno estructura social que ubica la palabra de Dios en el verbo de los clérigo y la ejecución de la justicia divina en la espada del poder civil. Un ejemplo claro lo tenemos en la función de la Santa Inquisición que tanto ayudo a purgar de herejía opositora al reino de España y sus probotes y a sustentar el poder religioso mediante el miedo y la coacción. El tribunal eclesiástico juzgaba, pero la labor de suplicio, tortura y ejecución recaía sobre el poder civil que, con la bendición de Dios, podían cometer cuantos atropellos fuesen menester para salvaguardar el alma del sujeto y arrebatarle su hacienda…

Por tanto, y a modo de conclusión en esta aproximación a la alianza entre poder espiritual y terrenal, podemos decir que la iglesia católica se mantuvo firme y en su línea actual, venciendo a otras tendencias más espirituales y místicas que se alejaban de lo terrenal. Por ese extraño maridaje de cama y concupiscencia probada compartiendo el placer que genera el poder, fueron vertebrando un sistema social donde el sacrificio y el sufrimiento eran garantes de vida eterna, mientras, en esta vida, el disfrute y el solaz solo le estaba permitido a los pudientes y las altas jerarquías, tanto civiles como religiosas que, en un acto de puro cinismo, clamaban: “Haced lo que yo os digo, pero no lo que yo hago”… claro es que eran pecadores.

Termino, pues, este breve apartado aclaratorio sobre la idea religiosa y su influencia en los entornos políticos, para dejar paso, en el próximo, a la preponderancia real de la iglesia católica en la reciente historia de España.

viernes, 17 de febrero de 2012

Andalucia (VII)



LA ESPAÑA DE LA NADA 

Tiempos de idea única y dictado
Tras la guerra, España quedó empobrecida económica, intelectual y socialmente. Se impuso la idea única, el nacional-catolicismo, el liderazgo forzado de un caudillo rebelado ante el poder legítimo y abrió una tremenda e injusta brecha entre el pobre y el rico, entre las dos Españas, una ostentando el poder y la otra sometida, una soberbia y arrogante y otra humillada. Pensar distinto al sistema era considerado traición, y el traidor no merecía vivir. El pavoneo de las camisas azules, de los adeptos al poder, era denigrante y vejatorio. Si tu bando era el vencido siempre serías sospechoso, blanco de las iras y propenso a las palizas y maltratos de la Guardia Civil y los llamados cuerpos del orden. La tortura era un instrumento habitual para sacar confesiones, a veces infundadas para escapar de ella.

Pero hay otra sangría que empobrece más, si cabe, al país. Se trata de la marcha al exilio de grandes mentes, de personas del mundo intelectual y técnico que se ven obligados a refugiarse en el extranjero. No hablo, pues, solo de los ideólogos y luchadores que marcharon a Francia tras la contienda y que fueron tratados desmerecidamente; aquellos que a la postre lucharon al lado de las tropas francesas en la contienda mundial contra el nazismo alemán, con la esperanza de poder volver a su patria ayudados por los vencedores de esa guerra. Me refiero, sobre todo, al mundo intelectual. A los que fueron eliminados físicamente como el caso de Federico García Lorca, al amparo de la locura asesina de un general sanguinario como era Queipo  de Llano, que sembró el miedo y el terror en Andalucía con su frase favorita: “Que le den café”, eufemismo que se usaba durante la Guerra Civil para ordenar un asesinato. La historia, si es justa, debe dejar a este sujeto como asesino de miles de ciudadanos andaluces, ajusticiados a sangre fría y sin juicio ni derecho a la defensa.

Ahora bien, no nos engañemos, durante la contienda cayeron intelectuales de ambos bandos a manos del enemigo. A su término siguieron cayendo los adeptos a la República a consecuencia de la represión y la cárcel, como el caso de Miguel Hernández, y fueron ensalzados, como héroes o mártires los caídos del bando vencedor, en monumentos funerarios, iglesias y libros de texto, mientras los fusilados republicanos permanecían en las cunetas y en fosas comunes, como muchos aún lo están. Los intelectuales que escaparon de la muerte, según el bando, tuvieron distinta suerte. Los vencedores pasaron a ser  el sostén intelectual del régimen, si bien era el régimen el que definía su conducta e ideas y no ellos a este. Es decir no había librepensamiento, sino sumisión ideológica y aportación a la consolidación del sistema. Si alguno de ellos se salía del guión era repudiado, como el caso del propio Hedilla - aunque no pueda considerarse un intelectual - jefe falangista que se opuso a la unificación de esta con los tradicionalistas bajo el mando de Franco, por lo que fue acusado de conspirar contra él y condenado a dos penas de muerte, posteriormente conmutadas, pero que le apartaron de la vida política hasta su muerte en 1970.

La intelectualidad republicana que marchó al exilio fue muy numerosa y de gran calidad en muchos casos. Las cabezas mejor dotadas de España, intelectuales, científicos, escritores, profesionales de las artes plásticas como Francisco Ayala, Juan Ramón Jiménez, León Felipe, Rafael Alberti, Pau Casals, Pablo Picasso, Ramón J.Sender, Pedro Salinas, María Zambrano, Manuel Altolaguirre, Rosa Chacel, Luis Cernuda, Juan José Domenchina, Elena Fortún, José Gaos, Jorge Guillén, Maria Teresa León, Emilio Prados, Pedro Salinas, Claudio Sánchez Albornoz, Luis de Zulueta y un amplio etc... Todos ellos fueron a enriquecer la cultura y el conocimiento de otros países de acogida, pues aquí ya no cabían ni podían desarrollar su creatividad y pensamiento. La guerra, pues, creó un orden dictatorial donde todo estaba sujeto a los intereses del régimen. Este poema del zamorano León Felipe, una malaventura que le echa a Franco, el gran responsable de la guerra, viene a mostrar el estado de ánimo de la intelectualidad en el exilio:

"Franco, tuya es la hacienda,
la casa, el caballo y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo y me dejas desnudo
y errante por el mundo...
Mas yo te dejo mudo...¡mudo!
Y ¿cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?.

Respecto a la ciencia pasa tres cuartos de lo mismo. Se ha llegado a señalar que quinientos médicos españoles se exiliaron en México al finalizar la guerra. Nombres como Augusto Pi i Sunyer, José Puche Álvarez, Isaac Costero, Gustavo Pittaluga, Ángel Garma y Severo Ochoa muestran lo profundo del golpe que recibieron tales disciplinas en España. En el texto de la ley que crea el Consejo Superior de Investigaciones Científicas queda de manifiesto como hasta la ciencia debía retroceder dos siglos para inspirarse en las "ideas esenciales del Glorioso Movimiento".

Prisioneros republicanos
Entonces se crea la España de la NADA. No había libertad de religión, de ideas política, de pensamiento, de educación, de tránsito, de sindicación… todo estaba controlado. El superyo que define Freud, estaba condicionado por la iglesia, su clero y su credo, por lo que la socialización del niño estaba en manos de los curas y no de los padres, como en los mejores tiempos de la religión. El cauce de las ideas, el pensamiento, los valores y principios estaba intervenido también por la iglesia y los principios del llamado Movimiento Nacional. La otra NADA hace alusión al alimento, a la ropa, a la vivienda, a las necesidades más básicas. Hambre, miseria y padecimiento fueron las constantes que sufrieron los niños y mayores de la clase obrera y trabajadora. El racionamiento, el queso y la leche en polvo que, caritativamente, se recibía en las escuelas no se pueden olvidar de las infantiles mentes, ya maduras y camino de la tercera edad en la actualidad.

Esta NADA no era general, pues los vencedores disfrutaban de prebendas y acceso a recursos vedados a los vencidos y al pobre. El trapicheo, contrabando y estraperlo eran formas de enriquecerse más los ya pudientes y adeptos al régimen, mientras era castigado muy severamente el actor del otro bando. Por tanto, en ese mundo de la NADA se trabajaba casi por nada para poder comer algo. En él estaban los campesinos, obreros y pobres, los gitanos, los proscritos, los rojos y vencidos, la clase trabajadora, salvo quines habían luchado al lado de los vencedores y eran serviles con los poderosos y ricos hacendados.

En contrapartida, el mundo de la NADA era rico en hambre, miseria, marginación, dolor, sufrimiento y pena, sin olvidar el miedo y el sometimiento formal y vejatorio que debía otorgarse al amo de la tierra para quien se trabajaba. Por tanto, quien nadaba en la NADA era el campesinado andaluz en general y más en particular el que profesaba ideas de izquierdas y estaba estigmatizado como rojo o familiar de rojo. Al menor atisbo de rebeldía, de disensión, la Guardia Civil entraba en acción exhibiendo un alto grado de violencia y autoridad, metiendo el miedo en el cuerpo de los más valientes, por lo que solo en la clandestinidad se podía contactar con los correligionarios y debatir ideas.
La dura mancera del arado

Para más INRI al socaire de la penuria, algunos fieles al movimiento, compraron innumerables patrimonios de los vencidos a precios irrisorios, obligados a vender por la apremiante necesidad. Esto no quiere decir que la maldad, la codicia y avaricia no tuviera excepciones, pues había gente noble que, al amparo de la asimetría de poder y económica, ejercían la caridad y ayudan a quines padecían privaciones. De todas formas, yo sostengo y he manifestado en muchas ocasiones, que la caridad palia la injusticia ayudando a sustentarla, pero hay momentos en que es mejor recoger las migajas de la mesa del señor antes que morir de hambre, máxime si esa voluntad de dar viene acompañada del ánimo de mitigar la injusticia.

En estas se andaba cuando, finalmente, son derrotadas las potencias del eje en la segunda guerra mundial. Los valedores del régimen franquista son vencidos. En el juicio o proceso de Nuremberg se determinaron y sancionaron las responsabilidades de dirigentes, funcionarios y colaboradores del régimen nacionalsocialista de Adolf Hitler en los diferentes crímenes y abusos contra la Humanidad cometidos en nombre del III Reich alemán. Esa losa pesaba sobre la conciencia de los franquistas y el miedo a perder el poder y encontrarse en la circunstancia de sus aliados era lógico. Hicieron piña, manifestaciones de apoyo al caudillo, reclamaron el título de reserva espiritual de occidente, rechazaron ingerencias externas e hicieron chanza de su exclusión de la ONU - Si ellos tienen ONU nosotros tenemos dos, decían los manifestantes - etc.; pero hubo algo que jugó  a su favor, como era el ferviente anticomunismo del régimen. En un momento de tensión de las potencias occidentales con la extinta Unión Soviética, en plena guerra fría,  Franco podía ser un buen aliado. Solo se necesitaba pactar a favor de los intereses de occidente.

Exilio en México
EE. UU., como siempre, perfecto halcón de caza, supo aprovechar la situación para negociar el abrirle las puertas de la ONU a España y sacar tajada. El convenio con los EE. UU. fue algo diferente a un tratado bilateral; fue el contrato que garantizaba la persistencia del régimen de Franco a la sobra de la potencia occidental. Los EE. UU. montaron las bases militares que necesitaron para su avanzadilla en Europa, en la retaguardia del frente de un posible conflicto con los rusos. Zaragoza, Torrejón, Morón de la Frontera, Rota y otros puntos de menor importancia, fueron entregados para su uso por los norteamericanos. A cambio, además del apoyo político al régimen, se rearmó el ejército y fluyó el dinero para paliar la mísera economía del país, pero, sobre todo, lo que importaba era el paraguas protector de los EE. UU.

Mientras tanto, la estampa habitual del campo andaluz era la imagen del señorito montado en su caballo, con fusta en ristre, recorriendo sus posesiones y controlando,  a través de sus capataces, que el campesino trabajara denodadamente. Un acto de soberbia, exhibición y poderío, que plasmaba las diferencias de clase y “ponía las cosas en su sitio”. Fueron muchos los hombres humillados, las mujeres atropelladas y forzadas, los niños explotados, etc. a manos de estos desaprensivos, solo por la contrapartida de contar con qué comer o por el miedo. Si bien, en muchos casos, se daba esa ética feudal de defensa de sus buenos y serviles trabajadores, a los que se respetaba como un bien en propiedad que se cuida para mantenerlo en buen uso, incluso, en algunos casos se dieron relaciones de connivencia y amistad entre el amo y el trabajador. O sea, un neo o pseudofeudalismo del campesinado andaluz.

Finalmente he de señalar que la ilusión de que las potencias occidentales, sobre todo los EE.UU. de donde surgió la brigada Lincoln para apoyar a la República durante la guerra, invocaran la libertad del pueblo y ejercieran presión para cambiar el régimen, se fue al garete. El pragmatismo americano se impuso a sus ideologías, tan manoseadas, sobre la libertad. La resistencia antifranquista, que se había incrementado e infiltrado desde Francia tras el final de la guerra mundial, fue muriendo per se y a causa de la presión y represión de la Guardia Civil y del ejército. El régimen quedaba a salvo y se perpetuaba con el beneplácito de los gobiernos occidentales. Eso sí, las cárceles andaban repletas de presos políticos a los que se fue liberando con cuentagotas, no sin antes someterlos a vejaciones y trabajos faraónicos, como el caso de la basílica del Valle de los Caídos.
Exilio y miseria

Este esbozo sobre la historia podría ser interpretado como sesgado e imparcial por los seguidores del régimen franquista, incluso, remarcar que los otros eran más malos, y reprocharme por qué no aludo a lo que hubiera sido de España si la contienda la hubieran ganado los republicanos. A parte de mi convencimiento personal de que la República hubiera sido viable con una sosegada actitud por parte de todos, y que hubiese resultado lo mejor para España si tomaba como modelo a países de marcados principios democráticos, he de decir que la tendencia o inclinación hacia el mundo comunista, que representaba Rusia, fue forzada por la falta de ayuda de las democracias occidentales incapaces, o miedosas de airar a Hitler. Creo, por tanto, que si hubieran cumplido su papel defensor de la libertad los países como Francia, Inglaterra y los EE. UU. desde un principio, todo hubiera acabado de diferente forma, ubicando a España en la órbita occidental y arrancándola de las garras del fascismo.

Pero, por otro lado, soy de las personas que no creen en el llamado razonamiento contrafáctico, es decir, en el pensamiento retrógrado sobre qué hubiera sido de… si en lugar de este hecho hubiera sucedido este otro… O lo que es lo mismo, establecer hipótesis de cómo hubiera sido España si la guerra la ganan los republicanos. Siempre serán hipótesis no contrastadas que pueden responder más a los deseos que a la posible realidad que se fuera a dar. Por tanto, solo me he limitado, y limitaré, a analizar, desde mi punto de visto, lo que se dio en el entorno que me tocó vivir y me envolvió. En este sentido, mi verdad no es una verdad absoluta, sino la mera visión de un sujeto mediatizado por sus experiencias vitales, sus vivencias y la forma de afrontar esa vida mediante el razonamiento y las convicciones que del mismo se fueron derivando. 

Hacia el exilio
Exiliados en campo de concentración en Francia


miércoles, 8 de febrero de 2012

Andalucía (VI)


La guerra civil

En estas se estaba a principios del siglo XX. España se reconcomía por el trauma de la pérdida de las últimas colonias – Cuba, Filipinas, Puerto Rico - y del fracaso y su incapacidad para dominar el protectorado de Marruecos por sí misma, que se había convertido en una sangría económica y de vidas de su forzada juventud en la milicia. Momentos tumultuosos donde afloraban ideas revolucionarias, contrarrestadas por dictaduras y “dictablandas” bajo el manto monárquico. La confrontación empezaba a ser inevitable. Los movimientos anarquistas, que ya habían dejado su impronta con el asesinato de Cánovas del Castillo y, posteriormente, con el atentado en la boda de Alfonso XIII en 1906, tomaban protagonismo y lanzaban sus consignas contra la estructura conservadora y sus sostenes, ejército, burguesía, monarquía, capitalismo, clero… eran enemigos a batir.

La II República surge como consecuencia de las elecciones municipales de1931, donde los republicanos ganan, sobre todo en las ciudades, y aflora la idea de revolución que movía  a los grupos de izquierda y el cambio de sistema tan ansiado por los defensores de la idea republicana. El rey Alfonso XIII, opta por marcharse al exilio y abandona España con destino a Roma. El alboroto ya existente se potencia, dándose la quema de iglesias, presentadas como repulsa a los siglos de dominio de la religión y su alianza con el poder, actos de sabotaje y una clara intención de movilizar al pueblo mediante la concienciación ante la injusticia endémica que sufría la clase trabajadora. Por un lado la derecha republicana, que la hubo como el caso del Partido Radical de Lerroux y otros, los socialistas, comunistas incipientes, anarquistas, sindicalistas, etc. Enfrente un importante grupo ideológico y de poder que representaba lo tradicional, el Estado desde el absolutismo conjugado con el florecimiento de ideas sembradas en Italia por Musolini y su fascio y el nacional socialismo hitleriano, que formaba dos referentes de un Estado potente, nacionalista, que impone el orden por la fuerza y defiende la idea única que emana de su credo político, donde se conjuga la tradición con la religión y los intereses de grupos de poder para neutralizar el movimiento de la izquierda política. El conflicto estaba servido… No quiero entrar en mayores disquisiciones, pues el tema es complejo y requiere un importante análisis para comprender la profundidad del caso y cómo se fue sembrando la semilla de la hostilidad entre las dos Españas.

Pero es evidente que, a raíz de ello, se dio el más terrible drama que sufrió nunca nuestro país. Una guerra fraticida, que al socaire de intereses complejos, tanto de grupos internos como externos, o sea, internacionales, se llevó por delante cientos de miles de vidas, la economía del país, la convivencia y la incipiente democracia. Las dos Españas volvían a enfrentarse, como una reminiscencia del pasado, de la guerra de sucesión, de los conflictos conservadores y liberales en torno a la figura de Fernando VII, de las guerras carlistas, etc. Todas ellos irresolutos favorablemente, sin zanjar heridas, sin fruto complaciente para ambas partes. Machado lo plasma magistralmente en su poema “Españolito que vienes al mundo”:

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

Estos versos preclaros de Machado dan idea del desencuentro existente. Sobre la España del siglo XIX escribió mucho y muy bien D. Benito Pérez Galdós, en su magna obra los Episodios Nacionales en relación a las dos Españas; una es el pueblo, que lucha; la otra es la España de las clases dirigentes que defienden sus intereses y sus ideas. La revolución pendiente seguía clamando y era un canto de sirena para ese pueblo que quería sacudirse el yugo que le imponían las referidas clases dirigentes. Ese yugo que aglutinaba premonitoriamente las flechas de la falange, heredado de los Reyes Católicos, el yugo al que se refiere Miguel Hernández, como sino del nacido en el mundo de la pobreza y el trabajo:

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Ese intento de revolución se dio en un terrible contexto, tanto nacional como internacional. El nacional ya lo hemos visto; el internacional acogía a tres ideologías dominantes en equilibrio inestable: El fascismo-nazismo, las democracias occidentales y el comunismo soviético. España vino a convertirse en campo de batalla de los intereses ajenos, en conejillo de indias donde probar armamento, estrategias y fraguar los ejércitos que se confrontarían poco después en Europa. El belicismo nazi apoyando a los rebeldes, junto al miedoso neutralismo de las democracias, dejaron a la España oficial al amparo de los suministros soviéticos y, por ende, bajo su influencia más o menos directa. La guerra fue, pues, un tremendo drama donde el poder de las armas y la organización militar dio su fruto violento y destructivo, imponiendo la paz del vencedor sobre la sumisión o muerte del vencido.

Ambos bandos se dieron a sangrientas represiones, a la eliminación violenta del adversario, pero a medida que los rebeldes iban ganando terreno sembraban el terror a modo de escarmiento mientras que los otros se batían en retirada. Anecdóticamente diré, que en mi pueblo, Cuevas de San Marcos (Málaga), la entrada de los falangistas– a los que llamaron caballistas por estar formada por un nutrido grupo de gente a caballo - fue un río de sangre, con fusilamientos sumarísimos, violaciones, palizas, reparto de raciones de aceite de ricino, etc. El número de muertes, por fusilamientos u otra forma, se acerca a los 50, en un pueblo pequeño, si bien algunas fuentes hablan de 150 entre los muertos en el pueblo y los desplazados a la ciudad de Málaga (Mapas de fosas de la guerra civil en Andalucía). Lo curioso es que el alcalde socialista, Francisco Pérez, decretó arresto municipal para los cabezas de familias adineradas, afectas a los sublevados, a fin de salvaguardar sus vidas. Será el mismo alcalde el que los libere la noche anterior a la entrada de las tropas franquistas para evitar toda muerte fuera de la contienda bélica. Por tanto no habría motivos aparentes para tanta crueldad, salvo que en un intento anterior de tomar la localidad fue muerto un falangista al que se le cortó una oreja como triunfo. También podría haber influido la quema de las imágenes de la iglesia siendo arrojados, sus despojos, al río Genil. En todo caso, quedó en la memoria colectiva tan terrible trauma, lo que pudiera justificar que en las elecciones locales de la democracia siempre ganó I. U. o el PSOE, dejando un solo concejal, en el mejor de los casos, para el P. P.

Se dio, pues, un ardor guerrero inusitado en la contienda. Mucho más violento, vil e inhumano que en cualquier otro conflicto, pues no era una confrontación lícita y éticamente ubicada en la guerra caballerosa de otros tiempos, donde se da un respeto al prisionero y solo se pretende rendirlo. Aquí no se luchaba contra una armada, sino contra las ideas. A los ejércitos se les vence por las armas, se desarman y rinden ante el vencedor; a las ideas no se les vence por las armas, sino por los argumentos y, en todo caso, por la eliminación, a través de las armas, de la mente que las sustenta. Cuando hay un desprecio total a las ideas del contrario, cuando la razón se fundamenta en el valor de las pistolas y no de las ideas, la inteligencia muere y reina la barbarie. En este sentido me permito reseñar el poema de mi amigo José María Criado Lesmes, titulado “Cuentan que un iluminado”, en alusión al grito de “viva la muerte” de un seguidor de Millan Astray en la Universidad de Salamanca ante la disertación de Miguel de Unamuno, y a otro grito del propio Millán de “Muera la inteligencia”. Otros refieren que su grito fue "¡Muerte a la inteligencia!, ¡Mueran los intelectuales!". Según algunas fuentes, el propio José María Pemán le corrigió diciendo: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!” en alusión a los intelectuales del otro bando, mientras Unamuno dijo:  “Venceréis, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir, y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”.  El poema de José María dice así:

Dicen que un iluminado 
exclamó: ¡viva la muerte! 
si así lo exige la suerte 
cumpliendo el deber sagrado
de defender los valores, 
únicos y verdaderos
de los que como herederos
nos legaron los mayores.

Y muera la inteligencia,
de los que esgrimen razones
y exponen sus opiniones
demandando transigencia;
y sin armas en la mano
le pretenden conceder
por los votos, el poder 
al pueblo que es soberano.

Mas no hay otra autoridad
que la que impone el que vence, 
dijo: y si no les convence 
que acepten la realidad.

No añadió lo de ajo y agua 
porque sin duda era culto
pero será error de bulto,
ignorar que así se fragua
la historia del ser humano;
que siempre ha sido la lanza
la que inclino la balanza 
por donde quiso el tirano.


(Continuará)

lunes, 6 de febrero de 2012

Andalucía (V)


Liberales y absolutistas. Las dos Españas…

Duelo a garrotazos, esencia de las dos españas...
En esta serie de entradas, no quiero dejar pasar la oportunidad de aludir a una de las desgracias mayores que, bajo mi punto de vista, han estigmatizado a nuestro país. Me refiero a las consecuencias de la guerra de la independencia y el triunfo del absolutismo del taimado Fernando VII. La revolución francesa significó, ideológicamente, un punto de inflexión en Europa, sin olvidar la influencia de la revolución americana y de la propia revolución industrial inglesa. Montesquieu, Voltaire, Rousseau… sembraron la semilla revolucionaria con su pensamiento ilustrado. Aires de libertad recorrieron Europa y su burguesía vio la ocasión y potenció el cambio para salir del sistema monárquico absolutista. 

En España se da un conflicto entre liberales y absolutistas, entre defensores de los planteamientos ilustrados y los valedores de la monarquía autócrata y las ideologías tradicionales sustentadas en la iglesia y la nobleza. En Cádiz se fragua una de las Constituciones pioneras de Europa, tal vez demasiado avanzada para su tiempo, de la que bebieron otras, estableciendo la soberanía popular, la división de poderes, la libertad de expresión y la libertad de imprenta, a la que se bautiza popularmente, con le nombre de “La Pepa”, por haberse promulgado el 19 de marzo de 1812, hace ahora 200 años. Era, por tanto, enemiga del absolutismo, por lo que Fernando VII, primero la derogó, después, para llegar al poder, la reinstauró y juró, para acabar aboliéndola en 1823 desencadenando la llamada década ominosa (1823-33), con la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema (otra invasión francesa pero de signo contrario y apoyada por el impresentable Fernando VII), y la persecución y fusilamiento de gran número de liberales, entre ellos el general Torrijos en Málaga.

No deja de ser curioso que al grito de los liberales: “Viva la Pepa” se opusiera el de los absolutistas: “Vivan las cadenas”. En el fondo, este pueblo siempre se debatió entre el deseo de libertad y un miedo vertiginoso, a la misma, por parte de una sociedad alienada e influenciada por la obediencia ciega que fue sembrando la iglesia y al poder real. La sumisión hace que no te equivoques, en tanto solo se equivoca el que toma decisiones, el que manda, como sostuvo en su Formación del Espíritu Nacional el pasado régimen para justificar su dictado; entonces tienes a mano un chivo expiatorio en él cuando se equivoca, que suele ser casi siempre, dado el oficio y afición que tenemos, el conjunto de los españoles, a ser árbitros y jueces. Eso sí, si te dejan criticarlo. Es fácil, pues, obedecer exento de responsabilidad, a la par que es complejo el asumir las consecuencias de las decisiones y el riesgo de equivocarse. Si además existe una asimetría de clases, con roles definidos socialmente, acabas inmerso en el plácido tránsito del borrego que pasta bajo la mirada del señor.

Ahora bien, la Constitución, en todo caso, viene a cambiar la idea de “ciudadano súbdito” por la de “ciudadano soberano”. La primera, “ciudadano súbdito”, es la que heredaron los católicos reyes y cultivó, posteriormente, la monarquía absolutista con el conservadurismo más recalcitrante; mientras que la segunda forma parte del proceso revolucionario francés que fue imponiéndose a lo largo de estos tiempos en toda Europa y el mundo democrático, siendo dos caras de una misma moneda condenadas a entenderse en el proceso de evolución, en tanto conjugan el ser individual y social en su ruta hacia la libertad responsable. No está resultando fácil ser súbdito de un gobierno democrático, a la par que ciudadano soberano para elegirlo y asumir la responsabilidad de ello,  sobre todo si al final se nos engaña y hacen del voto lo que les apetece sin cumplir sus programas, cuando los hay.

Pero, sea como fuere, consecuentemente estamos ante un Estado cuasi fraguado desde el conflicto y la imposición, donde la convivencia en paz se ve lastrada por la historia. La coronación de los Reyes Católicos, en ambos casos, se sustentó en un conflicto civil, tan habitual en esos tiempos por motivos dinásticos, pero es que, además, el conflicto interterritorial se sostiene a lo largo de nuestra historia reciente, por lo que no es nada nuevo, hasta desembocar en nuestra última contienda civil, de la que hablaremos más tarde.

Saliéndonos ya de este breve marco histórico, podemos aludir a algunas de las características que diferencian a Andalucía y Cataluña desde el punto de visto social y económico, ya que han sido el eje sobre el que ha pivotado mi propio proceso de maduración, el campo donde he cultivado mi esencia personal y mi propio estilo y forma de ver la vida. Ambas, en mayor o menor medida, han sido la fuente de donde bebí, las madres que me nutrieron hasta conformar mi concepción sociológica de la existencia.

Andalucía, es un pueblo al que podríamos calificar, en términos muy generales, como desheredado por caciques, terratenientes y latifundistas. Hasta hace bien poco, su proletariado era mayoritariamente campesino, una clase obrera que palia sus miserias a base de hijos cuando se es joven, esperando sacarles el máximo provecho cuando se es mayor. No había mucho que darles, salvo el pan de cada día, si era posible, puesto que la pobreza reinaba en la inmensa masa poblacional andaluza, pero era necesario mucha mano de obra para sacar adelante a la familia, por lo que habitualmente, ya desde pequeño, se arrancaban a los niños de la escuela para poder trabajar en labores del campo, cuidar el ganado, o de la casa y los hermanos, si hablamos de las niñas. Grandes diferencias entre la plácida vida del señorito altivo y prepotente, del terrateniente indolente y holgazán, y la paupérrima del campesino cargado de miseria y dificultades para cubrir sus necesidades básicas de subsistencia; todos debían arrimar el hombre creando una familia unida en la penuria, con vínculos familiares que permitían la solidaridad entre sus miembros en mayor o menor medida.

Cataluña, bajo mi modesto punto de vista, tiene una peculiaridad muy significativa respecto a Andalucía, me refiero al sistema del hereu. El hijo mayor heredaba íntegramente el patrimonio familiar (fincas rústicas y edificios), mientras que los hijos menores se veían incentivados a dedicar la parte monetaria de la herencia a inversiones productivas lejos del pueblo de origen (comercio, navegación o industria), lo que dinamizó la economía general y la dotó de una importante conexión campo-ciudad e incluso de proyección al exterior, eso cuando no elegían la carrera eclesiástica o militar. En suma, crea, de forma indirecta, una clase motivada hacia un desarrollo personal en diversos campos de la vida social y los negocios, ya que, además, contaban con el apoyo y la cobertura del hereu. Mientras que en Andalucía todos se centraban en aportar lo más posible a la casa familiar para la subsistencia, por lo que el sistema hereditario era más igualitario entre los hijos, dado que todos habían colaborado en fraguar el pequeño patrimonio bajo el manto de las directrices paternas.

A primera vista, al menos para mí, hay más que suficientes elementos significativos que justifiquen una diferente manera de desarrollo social y económico. Cataluña cultiva una clase específica de comerciantes y emprendedores que se han de buscar las habichuelas con una actividad profesional libre, creándose, a su vez, una burguesía activa y competente con capacidad y visión asociativa, donde se arraiga el avance del mercado y del liberalismo comercial y político, con una clase media incipiente que será,  a la postre, el motor  económico de la Europa del siglo XIX; mientras en el sur se da el sometimiento asalariado al dueño del latifundio, pues el minifundio resultante del reparto de las herencias es insuficiente para sostener a cualquier familia. Por tanto nos encontramos con un alto porcentaje de analfabetismo, grandes diferencias de clase y, consecuentemente, sin clase media, una pobre burguesía – como decía Lorca, la peor burguesías de España – pues anda más cerca del caciquismo que de las propias características que la deberían definir, junto a una clase señorial indolente y holgazana, como ya he referido, enraizada en la vieja nobleza y sus hábitos dispendiadotes y despóticos.  En el otro extremo un pueblo llano sometido y con las manos atadas por el trabajo que busca la subsistencia, sin iniciativa ni recursos para tenerla.

Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...